IMPRESIÓN LORQUIANA DE BAEZA








Federico García Lorca visitó Úbeda y Baeza en 1916 y 1917 en viaje de estudios como alumno de la Universidad de Granada. Eso le permitió no sólo conocer ambas ciudades, sino que le proporcionó la ocasión de conocer personalmente al poeta Antonio Machado, profesor por entonces en Baeza. De esos encuentros quedarán algo más que dos significativos testimonios literarios y el comienzo de una respetuosa amistad entre Machado y él, subrayada con el poema escrito en 1918 por el joven Lorca con ocasión de la lectura de las Poesías Completas, de 1917, de Antonio Machado, en el mismo ejemplar que le prestara Antonio Gallego Burín. Los textos que tuvieron su origen a raíz de la primera visita a la ciudad de Baeza son los titulados "Ciudad perdida (Baeza)", basado en el publicado en la revista Letras (Granada, 30 de diciembre de 1917) con el título de "Impresiones del viaje II. Baeza: La ciudad" y luego reelaborado para su primer libro Impresiones y paisajes, de 1918, constituyendo la juvenil respuesta en prosa a una profunda experiencia estética; y el titulado "Un palacio del Renacimiento...", también incluido en la sección "Temas" del mismo libro, en el que se encuentran párrafos del texto editado en 1917.
Los viajes de estudios dirigidos por el profesor de la Universidad de Granada Martín Domínguez Berrueta resultaron pioneros en cuanto al sentido y proyección de tal actividad académica. En el programa de visitas se encontraban Baeza y Úbeda por razones fácilmente comprensibles y que permiten comprender la realidad de que hoy sean Patrimonio de la Humanidad. Pues bien, el joven estudiante García Lorca tuvo ocasión de conocer directamente estas ciudades en dos ocasiones, en 1916 y en 1917, al formar parte del grupo universitario de visitantes.
Como consecuencia del primer encuentro, Federico García Lorca escribe un hermoso texto en delicada y juvenil prosa que nutrirá su primer y fundamental libro publicado Impresiones y paisajes. En dicho texto, cuyo título de "Ciudad perdida (Baeza)" nos sugiere el ensimismamiento y ocultamiento en que vivía la ciudad en las primeras décadas de este siglo, su joven autor supera la simple descripción para enredarse en un íntimo diálogo con lo real e inmediato, esto es, con el paisaje artístico, urbano y natural de Baeza. Ese paseo por Baeza y por el paisaje es, a la postre, un recorrido íntimo de factura modernista por las galerías de su alma, lo que explica que vaya más allá del reportaje ofreciéndonos un radical comprensión musical de lo que lo rodea. En este sentido, el citado texto construye una espacialidad literaria consecuencia de hondas experiencias estéticas y musicales, presentándose dividido en tres partes: una primera, de perfil descriptivo intimista, en la que las Ruinas de San Francisco, los sonidos y silencios vivificadores, la luz, la vegetación parásita, la noche y su blanca luz lunar, la Catedral conceptuada como un gran acorde junto a la Plaza de Santa María con su espléndida fuente renacentista, los blancos y musicales arrabales, etc. construyen un insólito espacio verbal de belleza, tal como se lee en dicho texto:

De cuando en cuando palacios y casonas de un renacimiento admirable, ornamentadas con figuras y rosetones primorosos...Después de andar entre soportales y callejas de una gran fortaleza y carácter se da vista a una cuesta triste con moreras y acacias, que sirve de antesala al corazón cansado y melancólico de la ciudad.

La segunda parte ofrece una reflexión íntima conclusiva de las consecuencias espirituales obtenidas por la experiencia vivida. No otra sensación se obtiene al leer:

Al amparo de estas viejas ciudades las almas mundanas desconsoladas encuentran como un ambiente de triste fortaleza...y los conflictos del sentimiento adquieren más vigor...pero que diferente sentido.

La tercera toma como eje central el recuerdo de un pregón oído en las viejas calles y plazas de Baeza. En el primer párrafo de esa parte, Lorca se centra en el silencio reinante y en la soledad de las calles bajo la poderosa luz de la tarde veraniega para destacar en el siguiente la fuerza del grito que venía a romper el mutismo de la ciudad:

Horas lujuriosas del mes de Junio. La calle solitaria. Las casas doradas con los vítores ininteligibles tienen una fortaleza y mutismo conventual. La calle está cubierta de hierbas (...) A lo lejos sonó el pregón. Era un grito doloroso, angustiante, como un lamento de alguien que se quejara artísticamente...

Por su parte, el texto de "Un palacio del Renacimiento", que reproducen estas mismas páginas, constituye un claro ejemplo de sugerente impresión modernista que trata de dar idea de una hermosa totalidad a través de pinceladas verbales o detalles. Ésta es la impresión lorquiana de Baeza, la comprensión a la vez literaria y musical de quien habría de encontrarse así con los comienzos del desarrollo de una fecunda dedicación a la literatura hasta el trágico final de su vida. García Lorca supo ver en Úbeda y en Baeza una realidad monumental al tiempo que supo descubrir una realidad oculta. Para nuestra suerte, hoy son patrimonio de todo ser humano.

ANTONIO CHICHARRO

Publicado en Ideal. Artes y Letras (Suplemento de Cultura), 8-enero-2004, p. 5 e incluido en el libro de Antonio Chicharro, En la plaza (De libros, poemas y novelas), Salobreña, Alhulia, 2007, col. Mirto Academia, núm. 27. ISBN: 978-84-96641-57-0.