Leía en un blog a propósito de Irene Sánchez Carrón que el premio “Antonio Machado en Baeza” que se le había concedido al libro Ningún mensaje nuevo de la poeta extremeña había sido un premio otorgado con justicia. He de decir, y de alguna manera hablo como portavoz del jurado que concedió este premio, que a este jurado así se lo pareció en el mes de septiembre. de 2008 Habíamos obrado con justicia al premiar el libro que nos había parecido obviamente el mejor de los presentados.
Ningún mensaje nuevo se había convertido además en la cuarta voz poética de mujer que premiábamos, junto a las de María Maizkurrena, Rosaura Álvarez y Ana Isabel Conejo, con toda justicia y por derecho propio de sus respectivos libros. Así, los hermosos poemarios Tiempo, de María Maizkurrena, El áspid, la manzana, de Rosaura Álvarez, Rostros, de Ana Isabel Conejo y, aquí y ahora, Ningún mensaje nuevo, de Irene Sánchez Carrón.
Y quiero resaltar un dato más: los tres últimos libros premiados son de voz de mujer. Este hecho resulta significativo porque es síntoma inequívoco de la cada vez mayor y sostenida presencia –cuantitativa y cualitativa– de la mujer en el mundo de las letras. Está claro que Irene Sánchez Carrón ha tomado la palabra en libros como Porque no somos dioses, de 1998, y Escenas principales de un actor secundario, de 1997, poemarios que merecieron, respectivamente, los premios “Hermanos Argensola” y “Adonais”.
En cuanto al libro en cuestión, Ningún mensaje nuevo, puedo afirmar que consta de treinta y cuatro poemas distribuidos en tres secciones tituladas “En el cruce, esperando”, “Carpe diem para un amante indeciso” y “Ausencia”. Se trata de poemas caracterizados con plena conciencia en su factura discursiva por la autora en “Declaración de amor”. Allí leemos en la segunda y tercera estrofas:
Sólo sé hacer poemas,
llenarte los armarios de quimeras, de hipérboles,
alimentarte el alma con aliteraciones,
poner todo perdido de rimas asonantes
y transformar tu vida con multitud de hipérbatos.
Sólo sé hacer poemas,
vestirme de metáforas, de verso libre y blanco,
recogerme el cabello con dorados epítetos,
besar tus labios tiernos cerrando las vocales
y encabalgarme en ti abrupta
o suavemente.
Como habrá podido observarse por esta cita y por otras que podría traer a colación ahora, estos poemas hacen un uso tan delicado como denso de la lengua y toman sus apoyos de la lengua coloquial, si bien para construir una nueva significación de estos usos que pasan a ser instrumentos de simbolización, tal como ocurre, por poner un ejemplo, con el título del libro, Ningún mensaje nuevo, tomado a su vez de uno de los poemas, tal como hicimos constar en el acta.
¿Y de qué hablan estos poemas escritos, por decirlo con una imagen de la propia poeta, con trozos de su alma? ¿En qué sentido nos interpelan estos versos, versos que son “su trinchera”? Pues bien, la respuesta no va a resultar extraña, tal como dejamos consignado en el acta: los poemas de Ningún mensaje nuevo nos hablan de amor, bien matizado de erotismo, los más abundantes en la segunda parte; nos hablan de la identidad en transformación; del gusto por la lectura y los libros, sea desde la orilla del autor o del lector, que se confunden intencionadamente, tal como puede leerse en los poemas “Con un libro en las manos”; nos hablan de la poesía misma, como no puede ser de otro modo en un poemario de tono lírico; y el libro también nos habla de la memoria, esto es, de aquello que nos nutre y configura como seres humanos, memoria que radica en un mundo infantil desaparecido y ahora rescatado en el tejido de su poesía con imágenes poderosas. Ahí quedan, por ejemplo, poemas como “Infancia” o el muy hermoso texto “De senectute”.
En fin, no quiero alargarme más. Sólo me resta invitar al lector a penetrar en el recinto de esta poesía, tal como se nos sugiere en el poema “Invitación”:
Acércate y escucha
el desorden violento de mi sangre.
Sabrás cómo cavé
los días y las noches,
cómo gasté
las primaveras y las uñas
por construir mi verso,
mi trinchera,
desde donde te apunto
al corazón
y tiro a dar.
Acércate, escucha...
Reciba Irene Sánchez Carrón, a la que le deseo una larga e intensa vida literaria, mi personal enhorabuena, así como la de los restantes miembros del jurado. Y el Ayuntamiento de Baeza, la Diputación de Jaén y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía tengan la seguridad de nuestro agradecimiento por su apuesta por este premio que es muestra de un apoyo al arte de la poesía, además de un recuerdo del poeta Antonio Machado cuya palabra es una fuente inagotable de verdad, bondad y belleza.
ANTONIO CHICHARRO