'BAEZA LA NOMBRADA', POR ANTONIO CARVAJAL







ANTONIO CARVAJAL

BAEZA LA NOMBRADA





ELEGÍA (NOCTURNO DE BAEZA)

Para Antonio Checa

Y Baeza de mirar.

Iban oscuros en la noche sola.
Su voz, su paso, resonaban. Era
sola y quieta la noche, quieta y lenta
la palabra.
Un silencio, más frecuente
cuando la oscuridad era más densa
y las estrellas más visibles, lleno
de la respiración acompasada
de los durmientes y el rosmar del río
hondo, allí, entre la brisa apaciguada
del olivar y de las cañaveras,
despertaba en un pecho una congoja
contagiosa, pacífica, que pronto
se hizo otra vez palabra.
Con palabras
que alguno, acaso, tenga en la memoria
se les llenaba el tiempo, transcurría
pausada la amistad, toda raíces
nutridas de la tierra de otras noches.
Alguien velaba lejos. El aroma
de las panaderías
cambiaba con las horas y el trabajo
desvelado tornábase alimento
común, como la noche y las palabras.
Fue en el momento justo
cuando admiraban un alero espléndido
de sesgados ladrillos y decían
su placer, o su asombro, con voz tenue.

Ojos, palabras, pálpitos, la noche.

Y la ciudad casi dormida, hija
del tiempo y de sus tiempos, recobrando
su alma en las ruinas:
¿cómo pudo
aquel nido real de gavilanes
ser habitado por la sierpe, hundirse
en el pavor de la indolencia, hacerse
cruel para la esperanza de sus hijos
más tenaces y humildes, y quedar
casi roto, nostálgico, sembrado
de hiedra y jaramagos amarillos
temibles más que la melancolía?

Y al volver de las calles apoyaron
las manos y las frentes en la blanca
piedra de los sollozos.
Era noche.
Era la hora de partir.
Iban oscuros
a su trabajo cotidiano, cada
cual con menester distinto,
unos en la palabra por instantes
que no quiero olvidar porque me dieron
su sensación de luz que crece y vibra
y aún puede alimentar este poema.



FERVOR DE LAS RUINAS
(San Francisco. Baeza)

Curvo, como los cielos, fuera el techo
a Dios alzado, pues cobijo quiere
rotundo ser de Dios en breve forma:
ligera como el curso de los astros
o su fingida curva, así la piedra
sublime por esfuerzo de los hombres.

Buscó también la gloria de los hombres
refugio cierto bajo el mismo techo;
su ceniza albergada por la piedra
durar al menos como piedra quiere:
trompas lleven el nombre hasta los astros
de quien a tanto afán trazara forma.

Mas poco dura toda humana forma
aunque a Dios aplacar busquen los hombres
con la oración que alzaron a los astros,
con la canción que resonó en el techo;
grave la piedra tiende al suelo, y quiere
sustento ser el suelo de la piedra.

La dorada, tallada y fácil piedra
hecha soporte y fruto de una forma
que, hija del arte, su belleza quiere
para lección y gozo de los hombres,
no puede alzarse a los felices astros
ni perenne sustento ser del techo.

Y canta Dios por el azul que el techo
llegó a negar con su esforzada piedra,
entre coros de arcángeles y astros,
más allá de cualquier concreta forma,
y alguien sospecha que ese Dios no quiere
escuchar las plegarias de los hombres:

así aprendieron soledad los hombres,
roto el sacro cobijo de aquel techo
donde un ave fugaz su curso quiere
trazar como una burla hacia la piedra,
fugitiva también como otra forma
que ha de extinguirse con los propios astros.

Como los mismos astros y los hombres
que intentan forma nueva dar al techo,
y aún sustento se quiere al cielo en piedra.




DIFERENCIAS SOBRE UN TEMA DE LOPE DE VEGA
RECREADO POR JOSÉ HIERRO:

Yo le vi decir amores
a los rábanos de Olmedo;
que un amante suele hablar
con las piedras, con el viento.

Te recuerdo en los relámpagos
de un otoño entre dos cielos;
olía el ámbito a esparto
recién mojado, a los trémulos
olivos viejos confusos
bajo un brusco mar inverso
donde tus ojos fluían
como peces de silencio.
De monte a monte y a monte
sonaban truenos y truenos.
Oria en la noche era un arpa
con las piedras, con el viento,
y tú mirabas las nubes,
José Hierro.

Al pie de la Serranía
donde el Escabas su estrecho
resuena como una trompa
con las piedras, con el viento,
apenas sus aguas besan
los pies callosos de Priego,
te vi agarrarte a la vida
con tantas ganas de aliento,
con tanta brisa de pino,
con tanto rumor de verso
que la vida era más vida
medida por tu deseo.
Y tú mirabas las nubes,
José Hierro.

No te oí decir amores
a los rábanos de Olmedo,
ni te vi coger sus hojas
ni tomarlos de alimento.
Más sustancia te pedía
la crónica de tu tiempo,
la verdad de tu poesía,
la realidad de tu sueño.
Pero decías palabras
que iban más allá del cielo
en conversación continua
con las piedras, con el viento,
mientras mirabas las nubes
José Hierro.

Te he visto temblar de frío,
niebla en la niebla tu aliento;
repetir como andaluz
“Ozú, qué frío”. Recuerdo
tus pasos cómo sonaban
en Baeza la sin tiempo,
imposible tu diálogo
con las piedras, con el viento.
Pensé que el agua mirabas
del Guadalimar bermejo
cuando dejaste en mis labios
y en mis ojos tu silencio,
y en agua mirabas nubes,
José Hierro.



MUDANZAS DE MARIEM

Para Antonio Checa


Era Mariem transparente
y granada de rocío
y era su mirada un río
de uvas dulces y en su frente
puso el sol
calideces de arrebol
e irisaciones de oriente.

Cerró los ojos Mariem
y quedó el cielo sin luz,
se amustió el campo andaluz,
perdió su gracia Jaén
y la luna
desamparó la aceituna.
Paró el viento su vaivén.

En Baeza, la nombrada
nido real de gavilanes,
se hicieron piedra los panes,
negra la rosa encarnada
y, sin son,
nublo hueco el corazón
por el que fue tan amada.

Y cantaba el sol poniente
era Mariem transparente…




DIFERENCIAS SOBRE EL VERSO DE
ANTONIO MACHADO

Estos días azules y este sol de la infancia

Para Agnes Fuertes y Francisco Carvajal,
en memoria de Aurora de Albornoz


Todo respira paz: la misma rosa
de ayer, su igual color, su igual perfume;
el mismo viento y fronda rumorosa;
la misma sed que abrasa y no consume
el cristal del arroyo; los bulbules
coros de amor astrales
con su misma canción; la igual fragancia
de las cómodas anchas, maternales.
Pero no son los mismos días azules
ni este es el mismo sol que hubo en tu infancia.


***

Al pobre sol, de carnaval vestido,
al pesado teutón hipotecado,
al sajón displicente malvendido,
al hambre mora antes entregado
que al hijo desnutrido,
le alzaron aras, asolando lares,
encenegando mares,
desventrando montañas,
y hoy, por marcos, por libras, por dinares,
lo mancha la peor de las Españas.

***

Campana al viento, el yuque silenciado,
tu Sevilla infantil, tan sevillana,
el cielo azul y el sol en la fontana,
¡oh expatriado Virgilio romanzado!,
no a Chicuelo,
ni a Frascuelo,
sí al Betis Balompié, a Paco Camino
y a Romero, se entrega
(igual canción que ayer, el mismo vino,
la misma triste brega);
sigue con su Esperanza de Triana,
su augusta Macarena y su Cachorro,
y hoy se despierta base americana
sabiendo que será de otro mañana,
inane el genio y el talante horro.
Pero aquella Sevilla
de los días azules de tu infancia
es un frasco de esencias desbucado:
un kepis por el llano, una cuchilla,
un hijo antes en tierra que exiliado...
(Al buen callar lo premian de elegancia.)

***

No subirá hasta el pino en la alta cumbre.
El crimen, ya costumbre,
quieta muerte le augura en prócer lecho,
no bala hacia la sien ni faca al pecho.
Ase a su sino el nuestro. Poco importa.
Peor que la traición de un conde, puede
ser la de aquél, de libertad más corta
pero que en nuestro amor a todo excede,
y cómo se ha vendido
y a todos nos ha sido
puñal, celada, cárcel o sospecha.
¿Te fias
del azul de estos días,
del áureo sol?
El enemigo acecha,
¡alerta!
¡alerta!
¡alerta!

Ya la nieve,
almendro en tierra, mariposa en río,
inicia su descenso
último, acorralada por los lirios,
derretida en las brasas de las gemas,
en la luna febril de los espinos,
delirante de siesta en las aulagas,
melada en el romero y el tomillo,
igual que fue en los días de tu infancia
cuando creció a tu vera tu enemigo.




CANTAR DE BODAS

Para Nieves y Manolo Urbano

Con la misma alegría que el corazón recibe
la nevada primera tras severa sequía,
promesa de otros pasos en la tarde encendida,
recibí la noticia de vuestra luz sin límites

Y límites no tiene la promesa tranquila
como no reconocen los senderos más lindes
que aquellas que les marcan la sierra inaccesible
y el día que se dobla como un ramo de lilas
agobiadas de lluvia.

Recibí la noticia
de vuestra boda, y dije: Que reine la alegría,
y si ésta necesita de la amistad, que brillen
en la fiesta mis ojos con la luz de los suyos.

Y si ese brillo es fruto del éxtasis, mi brindis
sea del más sereno fulgor que dan las viñas
en racimos presentes y en licores futuros.




EL VIGÍA
(Retrato del autor de Aviso para navegantes)

Entusiasta y tranquilo, sabe más que ha estudiado
–y estudia cada día: gozo y necesidad
hallan en estas páginas un eficaz traslado
desde el conocimiento, desde la libertad.

No siervo de las modas y leyes del mercado
(que conoce y padece y/o disfruta),
expone sus ideas con tanta claridad
–la erudición precisa y el verbo matizado–
que funda en sus palabras tal nueva realidad
y evita lo peor: toda disputa

no basada en valores tangibles. No parece
–tan educado siempre, tan cortés, tan ameno–
de estos tiempos: jamás la grosería,

el juicio atrabiliario, los desmanes del día...
Don Antonio Chicharro Chamorro bien merece
una lectura atenta y un dictamen sereno.



GLOSA
(inédito)

a Diego Fernández Magdaleno

¿Hechizo, afán,
literatura? ¡Encaje!

Una canción, su aroma,
urde con dedos ágiles
sentimientos e ideas.

Bastara una palabra
encontrada en los huecos
fértiles de la trama,

dicha por el silencio.




CAMPO DE LIRIOS
(inédito)

descansaré en la hierba
mantillo hediondo o sápida ceniza
para nutrir las aves
para adornar el día
con vivas réplicas de tanta estrella
con nubes níveas naves blanco el aire

resbalarán las aguas
como sopló la voz de quien trazara
en el alba el perfil de la azucena
signo de amor y sello
de la alianza etérea
de lo efímero frágil con lo bello


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NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA DE ANTONIO CARVAJAL

Antonio Carvajal Milena (Albolote –Granada–, 1943), doctor en Filología Románica, ha merecido los premios extraordinarios de licenciatura y de doctorado por la Universidad de Granada (donde es profesor titular de Métrica), el premio de la Crítica 1990, la medalla de honor de la Fundación Rodríguez-Acosta, la medalla al mérito de la Ciudad de Granada y los premios Ciudad de Baeza, Francisco de Quevedo –Villa de Madrid–, 2005, Villa de Oria y el I Premio Internacional Piero Bigongiari de la Academia del Ceppo de Pistoia (Italia). Miembro numerario de la Academia de Buenas Letras de Granada y de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera, correspondiente de la de San Telmo de Málaga. Publicó su primer libro de poesía, Tigres en el jardín, en 1968, al qu siguieron, entre otros, Serenata y navaja (1973), Casi una fantasía (1975), Siesta en el mirador (1979), Extravagante jerarquía (1982), Del viento en los jazmines (1984), De un capricho celeste (1988), Testimonio de invierno (1990), Miradas sobre el agua (1993), Raso milena y perla (1996), Alma región luciente (1997), Columbario de estío (1999), Los pasos evocados (2004), Una canción más clara (2008) y Cartas a los amigos (2009). Es autor de los libretos de ópera Mariana en sombras, con música de Alberto García Demestres (2001) y Don Diego de Granada (2004). Entre sus antologías personales destacan Rapsodia andalusa (1995) y Poemi de Granada e altri versi (2005) traducidas al italiano por Rosario Trovato, Una perdida estrella, realizada por Antonio Chicharro (1999), El corazón y el lúgano -Antología plural- (2003), Si proche de Grenade (2005), editada en París por Seghers, El Nardo en tus ventanas, selección y prólogo de Dionisio Pérez Venegas, y Del condestable cielo, selección y estudio de Antonio Chicharro (Instituto de Estudios Jiennenses, 2010). Sus colaboraciones periodísticas se han recogido en Costumbre sana (2006) y Vuelta de paseo (2008). Traductor del libreto de Don Quijote, ópera de Manuel García, como recitador solista ha intervenido en los festivales de Aviñón, Granada y “Música antigua” de Barcelona y en ciclos de música y poesía con la soprano Carmen Serrano y el pianista Antonio López, en recitales con poemas propios sobre Las siete palabras de Haynd, y, con el pianista Guillermo González, sobre Iberia de Albéniz. Colabora con diversos compositores y artistas, dirige la colección “Genil” de la Diputación granadina, realizó el programa “Las páginas leídas” en RNE (1989-90) y dirige actualmente la Cátedra Federico García Lorca de la Universidad de Granada.


Baeza la nombrada ha sido publicado en Baeza, por el Ayuntamiento de Baeza, en 2010, en la colección "La Lechuza Blanca", dirigida por Filomena Garrido Curiel.

Fotografía de J. García Hinchado.