"ANTONIO MACHADO Y BAEZA: EL SENTIDO DE UNA CRÍTICA", por ANTONIO CHICHARRO


ANTONIO MACHADO Y BAEZA: EL SENTIDO DE UNA CRÍTICA




La relación de Antonio Machado con Baeza se nos ofrece hoy como una esfera de atención crítica en apariencia suficientemente tratada ‒concédase a esta afirmación todo el valor relativo que el lector supone‒, tal como puede desprenderse de la abundante bibliografía existente al respecto, bibliografía que recogí, describí críticamente o cité, según los casos, en mi edición Antonio Machado y Baeza a través de la crítica. No obstante, hay aspectos de este periodo poético y vital machadiano en los que no se ha hecho suficiente hincapié o a los que se ha deparado un tratamiento excesivamente parcial. Uno de esos aspectos es el sentido de la crítica que Antonio Machado realiza de Baeza y sus gentes.
            En la introducción del volumen citado afirmaba, y repito ahora, que la estancia de Antonio Machado en Baeza provocó en él uno de los periodos más fecundos de su actividad literaria, bien como canto de un paisaje, bien como reacción en contra de una de las dos Españas, la España feudalizante, o bien en otras varias direcciones, descriptivamente hablando. Así pues, independientemente de su inicial visión negativa de Baeza, el contacto con ese trozo andaluz de la realidad española dio como resultado una producción a todas luces importante, reconocida como tal por la generalidad de los críticos de Machado. Ahora bien, una vez reconocido globalmente el sentido positivo que la estancia baezana del poeta provoca en su producción, es necesario dar entrada a la cuestión que nos trae aquí: el sentido de la crítica de Baeza efectuada por don Antonio, aunque no sin antes recordar brevísimamente algunos datos biográficos suyos.
            Así, baste saber que, tras la inesperada muerte de su joven esposa en Soria, Antonio Machado solicita traslado, concediéndosele la vacante de francés del instituto baezano. Allí lo encontramos ya en noviembre de 1912. Como es lógico vive un periodo muy delicado, del que da buena cuenta una serie de poemas escritos nada más llegar a la vieja ciudad, poemas que están presididos por el recuerdo de Leonor y Soria.
            Su nueva vida andaluza, se puede imaginar, es monótona, lo que le proporciona la oportunidad de encerrarse en múltiples lecturas, de adentrarse en el campo de la filosofía, movido por un doble interés, por la filosofía misma y por conseguir el título de licenciado, única posibilidad que le queda de poder abandonar la ciudad y trasladarse a Madrid o a otro lugar próximo a la capital, porque don Antonio no se siente bien en Baeza. Así, pues, realiza sus estudios universitarios como alumno libre de la Universidad de Madrid y, bastón en mano, asiste con cierto rubor a los exámenes de alumnos libres. Por supuesto, obtiene la licenciatura con resultados oficialmente brillantes e incluso aprueba las asignaturas del doctorado. Así pues, y tras los intentos de traslado a Alicante y Cuenca de 1915 y 1916, respectivamente, marcha a Segovia en 1919. Pero, y esta es la verdad, no se olvidó nunca de Baeza. Ese “poblachón”, ese “rincón moruno”, esa “ciudad chiquita como un dedal”, le provocó, como ya he dicho, una importantísima producción literaria e intelectual. Así, y aunque la trayectoria vital por la Baeza de primeros de siglo está salpicada de apreciaciones negativas, dio en última instancia resultados muy positivos, porque en Machado se confunden trayectoria poética y trayectoria vital, tal como afirma su hermano José en Últimas soledades del poeta Antonio Machado (Soria, 1971):

Muchos se quejan de la falta de datos para hacer una biografía de Antonio, pero me parece que al decir esto no se han dado perfecta cuenta de la obra del poeta. Esta biografía está en la vida interior que él mismo nos presenta, ya que la persona y su obra es, en este caso indivisible.

No es casualidad por tanto que a raíz de su estancia en Baeza elabore sus mejores poemas sobre el tema de España. El choque de sus posiciones ideológicas, en las que tanto tuvo que ver la Institución Libre de Enseñanza, con esta cristalización de una de las dos España provoca en él una fuerte reacción. Pero no debe entenderse  su crítica en un sentido localista, no es Baeza exclusivamente lo que a él le preocupa, sino la ideología marcadamente feudalizante que domina entre buena parte de los habitantes de España, porque tras el extenso párrafo que voy a transcribir de su carta a Unamuno en la que se refiere a Baeza ‒la carta pudo ser escrita en 1913, según Aurora de Albornoz‒ dice textualmente, y lo adelanto: “Además, esto es España más que el Ateneo de Madrid”. El conocido texto en cuestión es el siguiente:

                        Esta Baeza, que llaman Salamanca andaluza, tiene un Instituto, un Seminario, una Escuela de Artes, varios colegios de segunda enseñanza, y apenas sabe leer un treinta por ciento de la población. No hay más que una librería donde se venden tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos. Es la comarca más rica de Jaén y la ciudad está poblada de mendigos y de señoritos arruinados en la ruleta. La profesión de jugador de monte se considera muy honrosa. Es infinitamente más levítica y no hay un átomo de religiosidad. Se habla de política ‒todo el mundo es conservador‒ y se discute con pasión cuando la Audiencia de Jaén viene a celebrar algún juicio por jurados. Una población rural encanallada por la Iglesia y completamente huera. Por lo demás, el hombre del campo trabaja y sufre resignado o emigra en condiciones tan lamentables que equivalen al suicidio. A primera vista parece esta ciudad mucho más culta que Soria, porque la gente acomodada es infinitamente discreta, amante del orden, de la moralidad administrativa y no faltan gentes leídas y coleccionistas de monedas antiguas. En el fondo no hay nada. Cuando se escribe en estos páramos espirituales, no se puede escribir nada suave, porque necesita uno la indignación para no helarse también. Además esto es España más que el Ateneo de Madrid”.

            Es curioso que tan conocido texto, cuyo sentido crítico es en su base el de los poemas de España, se ignore en numerosos artículos que tratan sobre el periodo baezano del poeta, artículos que fácilmente van cayendo en sucesivas evocaciones lírico-biográficas cuando no en una repetidísima cita de aquellos poemas, magníficos, en los que don Antonio toma como eje el paisaje de Baeza ‒el paisaje andaluz añadido precisamente a Campos de Castilla‒ como si estos poemas no tuvieran también su concreto sentido crítico. Se equivocan, pues, quienes se han echado en brazos de estos poemas para ignorar o para contrarrestar así torpemente la abierta crítica planteada por otros textos poéticos y no poéticos, ofreciéndose de esta forma una inexacta imagen de lo que fue Baeza para nuestro poeta.
            No voy a detenerme a analizar el sentido de la machadiana crítica abierta por intuirse sus líneas fundamentales. Sí lo voy a hacer, muy brevemente, del sentido crítico oculto de los poemas que cantan el paisaje de Baeza. Parto del principio de que el naturaleza por sí misma no es nada, ya que, más que la existencia de dos órdenes diferentes, uno natural y otro histórico, sólo existe una totalidad histórica en la que entra a formar parte eso que comúnmente llamamos naturaleza (los paisajes constituyen una construcción de la mirada y, por tanto, forman parte de la cultura antes que de la realidad natural). Así pues, no es conveniente distinguir en última instancia dos tipos de textos que obedezcan a dos lógicas creadoras diferentes, ya que uno y otro grupo de poemas tienen una misma lógica histórica. Por eso, afirmo que el hecho de que Antonio Machado elabore unos poemas, en cantidad considerable, de este tema durante su período baezano, tiene también un indudable sentido histórico. Si don Antonio escribe los caminos blancos, las sierras de Cazorla y Mágina, el Aznaitín, los olivos, la tarde cenicienta, el agua en los cristales, el río Guadalquivir o, en otro sentido, pasea solo, esta producción literaria y actitud vital responden a la misma lógica en su raíz que los poemas del problema de España o la carta a Unamuno, parcialmente citada, porque en última instancia si el hombre y el poeta caminan cada tarde a solas camino de la encina negra podría deberse a un rechazo de su medio social, al igual que calla durante las tardes de lluvia tras los cristales de la ya desaparecida farmacia de Almazán. Esta es, pues, una ‒hay otras muy importantes también‒ de las razones de su atención al paisaje, atención que como he dicho no tiene una motivación estética, sino radicalmente histórica, como histórica es ya no sólo el origen de su atención, sino la misma mirada del poeta que en ese ancho paisaje ve surcos en la tierra, yuntas que aran y pardas sementeras. De ahí que cuando ya esté muy lejos de la noble ciudad andaluza, en Segovia, añore sola y exclusivamente el campo de Baeza y no a sus gentes, una nueva crítica a una de las dos Espada materializada en este  caso en Baeza. Me refiero a sus conocidos versos, a veces ingenuo colofón de tantos trabajos críticos sobre el tema:

            ¡Campo de Baeza,
            Soñaré contigo
            Cuando no te vea!
           
ANTONIO CHICHARRO
Paseo de Antonio Machado de Baeza con el Aznaitín nevado al fondo. Fotografía de José Luis Chicharro


"Antonio Machado y Baeza: el sentido de una crítica" se publicó inicialmente en Campus (Revista de la Universidad de Granada), núm. Extra. "Baeza", Granada, agosto, 1985, pp. 8-9.