FIRMAS INVITADAS: ANTONIO CHECA LECHUGA ESCRIBE SOBRE "EL CULTIVO DE LAS IDEAS POSITIVAS"


EL CULTIVO DE LAS IDEAS POSITIVAS

  

La evolución es un fenómeno a tener en cuenta. El sentido más esencial del pensamiento está en la esperanza de que todas las personas puedan ser receptoras de las ideas y los hechos con los que el hombre presume de su nivel intelectual. Los llamados intelectuales son aquellos que sienten la necesidad de compartir sus conocimientos y experiencias con el resto de la gente, pero, para eso, la necesidad de ese ser preparado para la enseñanza colectiva, ha de equiparar su inteligencia a las convicciones personales que se apartan un poco de lo aprendido en los libros: se nace con ello, o con ello, se cultiva la emoción de compartir sin ánimo de que te encumbren en las memas apreciaciones que, deseadas por algunos mediocres, las ponen como condición de saberse únicos por su aprendizaje cultural donde se pierde la sustancia creativa de lo humano.

Queremos decir que la cultura, una vez asumida como medio colectivo impartido por lo personal, ha de ser el foco de una luz que ilumine ese espacio del que se intenta llenar a través de las ideas concebidas de la historia en las apreciaciones personales, pero en el concepto “cultura”, que se connota con lo que podemos llamar un proyecto de superación, ha de aparecer implícito el sentido emocional del que puede o debe emanar el compartir y no el imponer ese criterio del que se personalizan algunos que indagan con la idea en las conciencias del que no piensa como él, al compartir, se pueden fundir las experiencias y con ellas la construcción colectiva de los conceptos culturales a los que hay que llegar una vez que recibes la voz, o las voces, de aquellos que antes que tú, dijeron lo mismo desde ese atrio en el que traspasan los muros de las divagaciones acaecidas para el conocimiento humano.

            Los sonidos de las voces no llevan siempre el mismo mensaje. La visión ocular no es siempre la misma ni el objeto a presenciar tiene el mismo sentido para todas las miradas. Ordenamos lo básico para penetrar en lo esencial del pensamiento y, el pensamiento, al no sentir la reciprocidad de un mensaje predeterminado, puede discernir si no concibe la oferta como una sustancia emocional de la que parten las definiciones de la cultura colectiva, esa que se tiene o se da por el afecto a esa superación a la que queremos llegar con la palabra, las voces, o la mirada.

            Tiene Baeza un aljibe de actos en los que se desprende de varios colectivos, el deseo de promulgar la herencia de unas culturas del pasado en las que podemos adentrarnos hacia nuestra historia más común por diversa o por ocasional: hemos sustraído casi del olvido la vida y la obra de Gaspar Becerra, la infalible humanidad de Juan de Ávila, el mundial concepto de la lírica, la prosa y el mundo epistolario de Antonio Machado. Se ha rastreado y se rastrea a Martínez de Aranda o se enfoca el artífice Alonso de Bonilla donde aparecen los conceptos espirituales de su época transcritos mediante una métrica única y un sentido emocional que dispara el poema con la filosofía reflexiva. Se está intentando por instituciones universitarias la evolución de las artes escénicas donde el teatro nos ofrece esa cultura en la que intenta ofrecer el tiempo en su espacio y el espacio de los conceptos culturales. O sea que, esta parte de un pueblo casi afortunado en eventos, está mirando esa cultura de la que hablamos y no se adentra en ella y si se adentra, es posible que difiera de la cantidad o la calidad de la oferta colectiva, el problema es que, personas de relevada formación, pueden sentir el menosprecio de una labor que se une a la enseñanza colectiva solamente por no jugar a ser actor o actores donde no ya colectiva, sino personal sea su aportación desde una representatividad ego centrista.

            La “cultura”, entrecomillada, es una cosa que va de largo por muchas direcciones, el aprendizaje profesional a veces se confunde con ella y se califica a la gente por su capacidad profesional, pero el abanico o la expansión de un elemento creativo no nos lleva a ese aprendizaje, sino a la enseñanza global de muchos conceptos donde la subjetividad tiene su óptica, es el caso de lo que llamamos gusto, gusto por la creatividad en la que se trata de inmiscuir y ofrecer a un colectivo llamado Pueblo.

            Las interpretaciones de las que emanan los gustos por las apreciaciones parten por ese elemento operativo de la información dada, pero también de la recibida y es que la reciprocidad es fundamental cuando se siente la necesidad de refundir las apreciaciones de los hombres, esos hombres, esos actores que por su valía se exponen en los eventos culturales con la emoción de un recuerdo. ¿Y por qué ese recuerdo? Porque sin su obra la cultura no tendría el sentido etimológico de la apreciación de su trabajo, trabajo éste, del que se adelantan a nosotros o miran la sociedad o la vida de una forma tan distinta como para dejar escuela de sus actos.

            Tiene Baeza suerte, la han visitado muchos hombres que dejaron su huella en la piedra de sus calles, y con esa huella, se pueden ir lamiendo las asperezas que obstruyen la solidaridad corporativa de un pueblo. También ha habido egocéntricos con beatificado concepto de idolatría, donde la humillación hacia lo establecido o lo hecho ha sido el imponer un modelo personal que se aparta muy mucho de la colectividad armoniosa de los conceptos repartidos, pero ante esas definiciones, podemos ser impulsores de un error de apreciaciones, por lo que esperamos ser equivocados en impresiones y no inspirados críticos a la hora de analizar estas tristes aportaciones que nos llevan al recodar un modelo negativo.

            Dice José Antonio Marina en Teoría de la inteligencia creadora que, “percibir es asimilar los estímulos dándole un significado”. El significado de estas definiciones en las que no intento poner el aprendizaje de una iniciativa individual, es solamente escribir bajo un estado de ánimo sosegado, y con él rellenar un retrato en el que creo como elemento sustancial de la vida: solidaridad en la palabra y compartir con ella los estímulos necesarios para una convivencia colectiva.

 

                                                           Antonio Checa Lechuga