CONSERVAR PARA SOBREVIVIR
Me uno a la celebración del XV aniversario de la inscripción
de Úbeda y Baeza en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO mostrando mi
satisfacción por la trayectoria seguida desde la concesión de tan ansiada
distinción, que tanto obliga como extiende los nombres y valores de ambas ciudades por el
mundo. A la postre, la realidad demuestra que el hecho de que Úbeda y Baeza hayan sabido
conservar su principal patrimonio urbano, artístico y arquitectónico se ha revelado
altamente positivo como herramienta para vivir y sobrevivir, respectivamente, en los
órdenes cultural y económico, derrotando así a los especuladores que algunas
veces lograron y muchas más se les impidió cambiar por riqueza y plusvalía
inmediatas la piedra dorada ya de la casa solariega ya de la blanqueada y humilde casa rural y
campesina. Pues bien, si esta conservación ha sido así en momentos y circunstancias
históricas y económicas difíciles, cabe pensar que la inscripción de las mismas en 2003 ha venido a asegurar
un patrimonio que ya no es sólo nuestro.
Por otra parte, no se olvide que, tal como decía en mi
informe acerca de los valores literarios incluido junto con el resto de informes
técnicos y otra documentación en el expediente presentado ante la UNESCO , la presencia de tales
ámbitos históricos y monumentales a lo largo de toda la historia de la literatura
española, esto es, desde sus comienzos medievales con la conformación de la propia lengua
castellana hasta la actualidad, presencia de la que sólo ofrecí algunas muestras
cualitativas, demostraba cómo, a pesar de tratarse de ciudades históricas vivas
sometidas a cambios socioeconómicos y culturales, habían sabido mantenerse en su
autenticidad, no sólo conservando lo mejor de su patrimonio artístico y cultural,
sino interviniendo de muy diversos modos en la conformación del universo de la
literatura en lengua española. En este sentido, Úbeda y Baeza sobresalían, y sobresalen,
cualitativamente en un mínimo análisis comparativo con respecto a la mayoría de las
ciudades de parecido perfil cuantitativo, urbano y social. Pocas ciudades habían tenido
el privilegio de albergar a los más universales poetas españoles durante determinado
tiempo, como fue el caso de San Juan de la
Cruz , siguiéndose de esta circunstancia consecuencias literarias
de incalculable valor y universal proyección.
Así, de no ser por la importancia de estos núcleos
históricos-monumentales y culturales, no se habría escrito parte del más interesante
romancero viejo, no se habría creado un ambiente cultural que incluiría los primeros
talleres de imprenta del Santo Reino al calor de la Universidad de Baeza, con la subsiguiente
publicación de obras pioneras en su género, como el “Examen de ingenios para las
ciencias”, de Huarte de San Juan, y no habría provocado unas hermosísimas páginas
literarias donde Úbeda y Baeza alcanzan un estatuto artístico-verbal, una forma de
existencia nueva, una espacialidad literaria. Ahí quedan los nombres y obras de,
por sólo nombrar a escritores desaparecidos, Cervantes, Antonio Machado y Federico García
Lorca.
Úbeda y Baeza son ejemplo de que conservar es la mejor
herramienta para vivir y sobrevivir. Lo único que conviene evitar ahora es que esa
autenticidad de origen no se pierda. Las cervantinas ciudades de Úbeda y Baeza no deben
olvidar tampoco que se puede morir de éxito. Hay que pensar alto y mirar lejos,
como decía Antonio Machado.
Enhorabuena por estos quince años vividos bajo esta
distinción justa como pocas.
ANTONIO CHICHARRO
Publicado en DIARIO JAÉN, Jaén, 17 de noviembre de 2018, p. 74.