CONSERVAR PARA SOBREVIVIR, por ANTONIO CHICHARRO


CONSERVAR PARA SOBREVIVIR


Me uno a la celebración del XV aniversario de la inscripción de Úbeda y Baeza en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO mostrando mi satisfacción por la trayectoria seguida desde la concesión de tan ansiada distinción, que tanto obliga como extiende los nombres y valores de ambas ciudades por el mundo. A la postre, la realidad demuestra que el hecho de que Úbeda y Baeza hayan sabido conservar su principal patrimonio urbano, artístico y arquitectónico se ha revelado altamente positivo como herramienta para vivir y sobrevivir, respectivamente, en los órdenes cultural y económico, derrotando así a los especuladores que algunas veces lograron y muchas más se les impidió cambiar por riqueza y plusvalía inmediatas la piedra dorada ya de la casa solariega ya de la blanqueada y humilde casa rural y campesina. Pues bien, si esta conservación ha sido así en momentos y circunstancias históricas y económicas difíciles, cabe pensar que la inscripción de las mismas en 2003 ha venido a asegurar un patrimonio que ya no es sólo nuestro.

     Por otra parte, no se olvide que, tal como decía en mi informe acerca de los valores literarios incluido junto con el resto de informes técnicos y otra documentación en el expediente presentado ante la UNESCO, la presencia de tales ámbitos históricos y monumentales a lo largo de toda la historia de la literatura española, esto es, desde sus comienzos medievales con la conformación de la propia lengua castellana hasta la actualidad, presencia de la que sólo ofrecí algunas muestras cualitativas, demostraba cómo, a pesar de tratarse de ciudades históricas vivas sometidas a cambios socioeconómicos y culturales, habían sabido mantenerse en su autenticidad, no sólo conservando lo mejor de su patrimonio artístico y cultural, sino interviniendo de muy diversos modos en la conformación del universo de la literatura en lengua española. En este sentido, Úbeda y Baeza sobresalían, y sobresalen, cualitativamente en un mínimo análisis comparativo con respecto a la mayoría de las ciudades de parecido perfil cuantitativo, urbano y social. Pocas ciudades habían tenido el privilegio de albergar a los más universales poetas españoles durante determinado tiempo, como fue el caso de San Juan de la Cruz, siguiéndose de esta circunstancia consecuencias literarias de incalculable valor y universal proyección.

     Así, de no ser por la importancia de estos núcleos históricos-monumentales y culturales, no se habría escrito parte del más interesante romancero viejo, no se habría creado un ambiente cultural que incluiría los primeros talleres de imprenta del Santo Reino al calor de la Universidad de Baeza, con la subsiguiente publicación de obras pioneras en su género, como el “Examen de ingenios para las ciencias”, de Huarte de San Juan, y no habría provocado unas hermosísimas páginas literarias donde Úbeda y Baeza alcanzan un estatuto artístico-verbal, una forma de existencia nueva, una espacialidad literaria. Ahí quedan los nombres y obras de, por sólo nombrar a escritores desaparecidos, Cervantes, Antonio Machado y Federico García Lorca.

     Úbeda y Baeza son ejemplo de que conservar es la mejor herramienta para vivir y sobrevivir. Lo único que conviene evitar ahora es que esa autenticidad de origen no se pierda. Las cervantinas ciudades de Úbeda y Baeza no deben olvidar tampoco que se puede morir de éxito. Hay que pensar alto y mirar lejos, como decía Antonio Machado. 


     Enhorabuena por estos quince años vividos bajo esta distinción justa como pocas.


ANTONIO CHICHARRO


Publicado en DIARIO JAÉN, Jaén, 17 de noviembre de 2018, p. 74.