¿ENCANTAMIENTO O MECÁNICA
CUÁNTICA?
Don Quijote,
que anda caminos marginales situados en cualquier parte (de la Mancha), no se dirige
más que a El Toboso y a Barcelona de donde sale malparado en ambos casos. El
espacio, que no es otro que el propio personaje, se dibuja sobre una geografía
real pero inventada, mientras que el gran protagonista es el tiempo que se
rescata del pasado. Parece clara la disociación espacio-tiempo. A pesar de las
apariencias no hay contradicción con la unidad espacio-tiempo de Einstein
porque de acuerdo con la relatividad especial cada sistema de coordenadas, cada
observador de la realidad aplica su propio procedimiento de medida y de
interpretación del tiempo. Lo que hizo Einstein fue expresar en términos
matemáticos la impresión general de que existen tantas realidades como
observadores, eso que en Andalucía se conoce coloquialmente como “ca uno es ca
uno” y que en el lenguaje críptico de las redes sociales podría ser k1 es k1.
Tampoco hay contradicciones intrínsecas en el libro. El famoso episodio de los
molinos de viento es congruente con el sistema de coordenadas del visionario. Lo
que debe hacer el lector para no perder el hilo del relato es ponerse de parte
del caballero y no del escudero que a veces duda de lo que ve y de lo que oye.
El artista
que pinta un paisaje tiene que elegir entre detalle o conjunto porque precisar
un aspecto conlleva desdibujar el otro. El principio de indeterminación de
Heisenberg viene a decir lo mismo referido a partículas subatómicas. Si se
afina en determinar, por ejemplo, la función de velocidad de un electrón, el
valor de la posición quedará difuso, y viceversa. La mecánica cuántica explica
que no es que apreciemos las cosas distorsionadas, sino que son así; con lo que
se junta el hambre con las ganas de comer: la realidad ni es como la vemos ni
tenemos capacidad de verla. Eso pasa con la vida que mientras se mantiene
activa no se sabe lo que es y cuando termina no hay posibilidad de saberlo. El
secreto de la vida es no poder descubrir su secreto. Los lectores del Quijote
que se reseñan en el propio texto también se muestran incómodos con la realidad,
los hay que niegan la evidencia y quienes la discuten como si manejaran matrices
estocásticas.
Se acepta que el origen del Universo (el origen de todo)
fue una singularidad, lo que plantea la cuestión de si una singularidad puede
generar continuidad (energía, luz, tiempo) sin soporte continuo previo. La
cuantificación de la luz (la fragmentación del rayo continuo en cuantos o
fotones) que descubrió Planck y que está más que demostrada se plantea
aplicarla también al tiempo con lo que habrá que entenderlo discreto en lugar
de continuo como parece: “Por Dios,
señores míos -dijo Don Quijote-, que son tantas y tan extrañas las cosas que en
este castillo, en dos veces que en él he alojado, me han sucedido, que no me
atreva a decir afirmativamente ninguna cosa de lo que acerca de lo que en él se
contiene se preguntare, porque imagino que cuanto en él se trata va por vía de
encantamiento”.
Hay poca
gente interesada en estos asuntos, pero habría mucha en conocer lo hermético de
la realidad como ensaya Cervantes con la cabeza parlante de don Antonio Moreno
que advierte que no sabe de pensamientos, lo que puede entenderse como que no
se mete a interpretar la realidad ajena, ya que k1 es k1. La sensación de pisar
arenas movedizas inquieta, sobre todo, desde que Darwin refutara que el
principio fuera el verbo. Mientras el dado está en el aire hay seis realidades
simultaneas ya que cualquiera de las caras puede caer hacia arriba. Don Quijote
queda en el aire como el tiempo, mientras Alonso Quijano el Bueno vuelve al
lugar para morir. El último quiebro irónico lo plantea Cervantes con el
epitafio del bachiller Sansón Carrasco: “yace
aquí el hidalgo fuerte” (no el caballero andante que sabe Dios por donde
anda). Según la mecánica cuántica cada uno percibe una realidad distinta (k1 es
k1). La inteligencia es la energía que alimenta el proceso del entendimiento. Siguiendo
estos presupuestos hay que aceptar que al interpretar la realidad existen pocas
posibilidades de acuerdo con otra persona. La mayor aproximación posible
consiste en no coincidir en nada. Este suele ser el criterio que utiliza la
gente para elegir pareja. Don Quijote no estaba loco, estaba cuántico (lucidez
discontinua), percibía una realidad que pocos entienden. Queda por ver si al
hablar de cordura se sabe de lo que se habla.
SALVADOR PERÁN MESA