FIRMA INVITADA: "ESPAÑAS DE ANTONIO MACHADO", por ANTONIO CARVAJAL


ESPAÑAS DE ANTONIO MACHADO

ANTONIO CARVAJAL

de la Academia de Buenas Letras de Granada


Hay quienes, descendientes de una cerda de Wifredo el Piloso, identifican España con Castilla, cuyos descendientes remanan de la pata del caballo del Cid. Se equivocan. Los reyes portugueses pleitearon ante Roma (como un tribunal de La Haya sin herejes) contra sus primos de Aragón-Castilla, primero matrimoniados y luego descendientes, porque según ellos, los aragoni-castellanos usurpaban el nombre de España. Perdieron los portugueses, no le dieron bastante dinero al papado. En general, los Trastámaras, versión Austria o Borbón, todos de la estirpe de un bastardo fratricida, se aureolaban en las monedas como reyes de las Españas, en plural, por la gracia de Dios. Y que ibéricos o hispánicos, cerdosos o patudos, nos parecemos mucho aunque hayamos nacido y crecido y pensado poco en distintos lugares de este rabo de Europa por desollar, lo demuestra que, perdido el imperio que se extendía por Europa, África, Asia, América y Oceanía, acogotados sin rechistar apenas bajo un caudillo que redujo su aclamada patria en un millón de muertos y el mandaíco de un puñado de fusilados pocos días antes de su muerte y ornó su calva monetaria con la misma gracia de los reyes pero España en singular, digo que nos parecemos porque, si mudamos una sola palabra en dos versos de Antonio Machado, nos sale una fotografía de grupo en el que no faltan ni los que se mueven: 


España miserable, ayer dominadora, 

envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora. 


Ya tengo más de setenta y siete años, sigo sin saber qué es España. Machado llamó a Madrid “rompeolas de todas las Españas”. “Todas”, más de dos. Se suele recordar que 


Ya hay un español que quiere 

vivir y a vivir empieza 

entre una España que muere 

y otra España que bosteza 


y una de las dos ha de helarle el corazón. Machado tiene otras: la de colmado y sacristía, que embiste, y la del cincel y de la maza, y la implacable y redentora, y la de la rabia y de la idea. Y la que me ha tocado vivir, en la que he sido feliz y a mis años vuelve a darme miedo, esta España donde los viejos hábitos de la envidia, la codicia, el rencor y la frivolidad hacen de la Constitución papel mojado, empezando porque aquí no se presume la inocencia ni se respeta al prójimo y hay quienes reclaman las armas para hacer patria matándonos a los demás.