CIEGOS

La concesión a la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) del premio Príncipe de Asturias de la Concordia en el día de hoy me ha alegrado. El Jurado ha argumentado su decisión con las siguientes palabras:  

en atención a una extraordinaria labor que, durante más de tres cuartos de siglo, ha realzado la dignidad y calidad de vida promoviendo la integración social de millones de personas con discapacidad en España, sirviendo así de ejemplo a numerosas iniciativas internacionales que han seguido esta valiosa experiencia. 

Solamente con la consulta de su web, el lector podrá hacerse una idea del servicio que prestan: 
http://www.once.es/new/servicios-especializados-en-discapacidad-visual
 
     Dicho esto, no quiero dejar de contar un recuerdo que tengo y que explica la causa concreta de mi satisfacción. Cuando yo era un adolescente presencié una escena que me afligió. Había en mi ciudad un ciego, con unos grandes ojos azules y blanco pelo, ya mayor, que pasaba sus días vendiendo cupones -los famosos cuarenta iguales- de un sorteo muy limitado en la inversión y en los premios. Eran tiempos de escasez en muchos sentidos, también en el moral. Aquel buen hombre, muy conocido de todos dado que se pasaba el día de un lado para otro con su esperanzada mercancia, fue objeto de una "broma" por parte de unos jóvenes. Un día festivo al anochecer, en el que muchos paseantes ocupaban unos soportales en su repetitivo ir y venir, unos tres o cuatro brutos, aprovechándose del bullicio y de la oscuridad, colocaron un petardo en la espalda del vendedor de la ONCE que al estallar le provocó un gran susto ampliado, pienso yo, por la imposibilidad de visión que tenía. El vendedor se volvió hacia la zona donde se oía las risas de aquellos individuos recriminándoles su conducta y lamentándose de no poder ver para defenderse. Lo que me emocionó y dolió fue ver cómo de sus ojos, tan hermosos como inservibles, salían unas lágrimas. Ni que decir tiene que no fueron pocos los que le ayudaron y consolaron, pero el daño ya estaba hecho. A mí también me hirieron. La prueba es que este recuerdo ha aflorado en mí muchos años después.
     Por eso, cuando esta organización se reiventó a sí misma al comienzo de los años ochenta del pasado siglo y logró recursos para cumplir su amplio programa social para unas personas con especiales necesidades, se inauguró un nuevo tiempo de mayor dignidad para todos.

ANTONIO CHICHARRO

Fuente de la fotografía: http://juanalmarzapozuelo.blogspot.com.es/2012/08/10-agosto-2012-aprovechando-que-ayer.html