Úbeda, Baeza
"Baeza, pobre y señora,/ Úbeda, reina y
gitana". Así vio Machado a estas dos joyas de la Andalucía contradictoria,
tal vez la que más, según se manifiesta el señorío imperial de sus monumentos
contra la digna pobreza de sus campesinos. Es ya el poeta de Nuevas
Canciones (1917-1930), que trata de conciliar en su alma viuda, y de humilde
profesor de francés de un instituto rural, el luminoso naranjal de su infancia
sevillana con los románticos álamos del Duero; los montes azules de la alta
Castilla con el radiante olivar de Jaén. En esa encrucijada, bañada por la
nostalgia desgarradora de Leonor, surgen algunos de sus pensamientos más
profundos: "Todo necio confunde valor y precio". "En mi soledad
he visto cosas muy claras, que no son verdad"; "Entre el vivir y el
soñar, hay una tercera cosa: adivínala". Cuando camina de un pueblo al otro
descubre a Atenea, diosa de la sabiduría ("Sobre el olivar / se vio a la
lechuza/ volar y volar"), y se detiene a descansar precisamente en un
punto de inflexión entre contrarios: "la encina negra, a medio camino de
Úbeda a Baeza". Es, pues, una de las etapas más fecundas del
poeta-filósofo, y no resulta aventurado decir que fue probablemente el
contraste fraterno de esas dos ciudades lo que acabó de precipitar la armonía
que su revuelto espíritu, por dentro del hombre bondadoso que era, necesitaba: "Busca
a tu complementario, que marcha siempre contigo, y suele ser tu
contrario".
Machado justificaba sus caminatas de Baeza a Úbeda
en que en ésta última las cerillas de los estancos estaban más secas.
Conmovedor pretexto. Sólo un espíritu tan sensible fuera capaz de apreciar
semejante diferencia. Como hoy resultaría casi imposible jerarquizar calidades,
al menos en el aspecto monumental, entre una y otra de las que acaban de ser
declaradas Patrimonio de la Humanidad ("Matrimonio de la Humanidad", bromean
ya los nativos). En otros aspectos, no sé si más livianos, sí que es posible
distinguir: los de Baeza son seseosos (dicen relasión, por relación),
y los de Úbeda guardan un tesoro de leyendas y tradiciones orales más rico,
hasta donde he podido averiguar, con la ayuda de mis amigos de la entidad
cultural Malión. En Baeza, la repostería me parece más delicada, pero sobre
todo se guarda, no una leyenda, pero sí una importante latencia histórica,
frecuente y sospechosamente olvidada: la tumba de Pablo de Olavide. A ver si
ahora sale un poco más a relucir, por lo que tiene de aviso en estos tiempos
tan poco ilustrados. Carmen Calvo, la consejera de Cultura, que tanto y tan
hábilmente ha puesto de su parte para la obtención de ese título mellizo, junto
con los alcaldes anteriores (enhorabuena), debería aprovechar para impulsar
otros mensajes machadianos, de la misma estirpe de pensamiento de aquel limeño
volteriano y desdichado, contra una nueva Andalucía de pandereta, de Vírgenes
más multitudinarias que nunca y de curas tragones y ricachones, que otra vez
amenazan con asfixiarnos. No lo tiene fácil, porque justamente ahora ha
cambiado el signo de las alcaldías de las dos ciudades. ¿Pero quién dijo que
esta pelea iba a ser sencilla? "Por esta calle pasa un notario que va al
tresillo del boticario, y un usurero, a su rosario. También yo paso, viejo y
tristón. Dentro del pecho llevo un león".
ANTONIO RODRÍGUEZ ALMODÓVAR