Autor(es): Cristóbal Pérez Bareas (Arqueólogo)
Hace ya más de una década desde que la Escuela Taller
de Baeza realizó varias intervenciones arqueológicas en el Cerro del
Alcázar que permitieron constatar la entidad y la importancia de los
niveles arqueológicos existentes en la zona, con una ocupación que se
iniciaba en la época prehistórica hace unos cuatro mil años,
prolongándose en el tiempo hasta momentos contemporáneos. Los resultados
de estos trabajos ponían de manifiesto el enorme potencial que el
patrimonio arqueológico de Baeza tenía para la sociedad, en una doble
vertiente. Por un lado, como vehículo para el conocimiento de su
historia. Por otro, como recurso patrimonial susceptible de
aprovechamiento social aumentando la riqueza de la ciudad, de sus
habitantes y de sus visitantes.
La iniciativa para lograr los objetivos expuestos en la página anterior
fue asumida por el Ayuntamiento de Baeza y la vía para su consecución
fue la integración de las actuaciones destinadas a la recuperación del
patrimonio arqueológico de la ciudad dentro de la política urbanística
municipal, mediante sucesivas campañas de excavación anuales hasta el
2002. La materialización de esta iniciativa conlleva, según establece la
legislación vigente en Andalucía en materia de patrimonio histórico, la
necesidad de realizar las intervenciones necesarias para la
conservación y recuperación del patrimonio arqueológico.
Reafirmando esta cuestión, en el Plan General de Ordenación Urbana de
Baeza, el Cerro del Alcázar se identifica como un espacio con un nivel
de protección máximo, debido a la importancia del patrimonio
histórico-arqueológico que contiene. Los trabajos que se han
desarrollado hasta hoy han estado dirigidos hacia la puesta en valor de
estos bienes arqueológicos contribuyendo de manera notable al incremento
y a la diversificación de la oferta patrimonial que la ciudad aporta a
la Humanidad y que va mucho más allá de sus importantes elementos
históricos, artísticos y arquitectónicos del Renacimiento. No hay nada
más que considerar el interés del proceso histórico anterior, como
manifiestan la cantidad de iglesias románicas de los siglos XIII y XIV,
el recinto amurallado medieval o las edificaciones ocultas en el Cerro
del Alcázar ocupado desde hace al menos cinco mil años hasta los
momentos actuales.
En la zona meridional de Baeza, dentro del Cerro del Alcázar, se integra
el Paseo de las Murallas que constituye una de las zonas preferenciales
de actuación urbanística del Ayuntamiento para los próximos años. En
este sentido, el Consistorio promovió un concurso nacional de ideas para
seleccionar una propuesta de ordenación del Cerro del Alcázar y del
Paseo de las Murallas. Este concurso dio lugar a la aprobación del
proyecto técnico de ejecución que se ha venido desarrollando en varias
de sus fases. La ejecución de este proyecto de reordenación de la zona
conlleva una serie de actuaciones encaminadas al acondicionamiento de
este espacio para su aprovechamiento social como espacio público, con
unos contrastados valores patrimoniales. En el marco de este proyecto
municipal se integra como elemento fundamental la realización de
intervenciones arqueológicas orientadas hacia la puesta en valor de los
restos del Cerro del Alcázar que, como documentos de la Historia,
definen el testimonio de nuestro pasado, nuestra herencia cultural, que
tiene una inequívoca dimensión social para entender el presente y
plantear el futuro. La recuperación para la sociedad del recinto
amurallado se contempla como uno de los pilares fundamentales para la
organización y definición espacial del proyecto.
Resulta conveniente apuntar a grandes rasgos los resultados de los trabajos arqueológicos realizados hasta el momento:
En la campaña de 1997, los trabajos partieron de la limpieza en
extensión y de la documentación de la muralla en aquellas zonas en las
que se localizaban restos emergentes y del planteamiento de varios
sondeos arqueológicos, con los cuales se pretendía determinar el estado
de conservación de la muralla medieval en una amplia zona en la que no
era visible, bien porque no se hubiese conservado o, como se pudo
comprobar, porque se encontraban ocultos bajo la propia vía del Paseo.
En la campaña de 1998 se abrieron nuevas áreas de excavación,
coincidiendo también en una amplia zona en la que había desaparecido la
muralla medieval. La excavación permitió localizar rellenos
arqueológicos del II milenio a. C., con edificaciones prehistóricas
correspondientes al poblado de la Edad del Bronce. Estas construcciones
estructuraban varios espacios mediante puertas y pasillos de acceso
entre distintas zonas del poblado. También se localizó un espacio
funerario en el que existía una concentración importante de doce tumbas
de mampostería y en cista que reflejan la utilización preferente de esa
zona como lugar de enterramiento. Sobre estas construcciones
prehistóricas se construyeron edificaciones posteriores de época romana,
medievales y modernas.
Los trabajos que se han realizado entre 1999 y 2002 se han centrado en
dos zonas del Cerro del Alcázar. Por un lado, en la definición de la
muralla medieval localizada en el área más cercana a la zona edificada
de la ciudad donde se inicia el Paseo de las Murallas y, por otro, en el
área del poblado de la Edad del Bronce. En la primera zona, los
resultados de la excavación arqueológica han permitido la definición de
más de cien metros de longitud de la fortificación medieval y de casas
musulmanas y renacentistas adosadas al exterior y al interior de las
murallas.
La documentación obtenida permite conocer la complejidad del sistema de
fortificación en base a la existencia de dos líneas de muralla
paralelas. La interior tiene anchura de dos metros y presenta varias
torres de planta rectangular y cuadrada, mientras que la muralla
exterior, sin torres y de menor anchura, presenta una puerta de acceso
al adarve situado entre las dos líneas de muralla. Esta complejidad de
la fortificación responde a la edificación de una verdadera barbacana,
cuya función era la de dificultar y proteger el acceso al interior del
recinto amurallado facilitando su defensa. Adosada a la línea de muralla
externa se han identificado una serie de edificaciones renacentistas
que definen una plaza porticada, a modo de soportales, con pavimentación
de empedrado que podría constituir un espacio público utilizado como
mercado o rastro.
En esta zona se han realizado importantes actuaciones de consolidación y
reintegración para su recuperación de cara a su exposición al público.
Entre los trabajos realizados destacamos: tratamiento fitosanitario y
limpieza vegetal de las construcciones; la reutilización de la piedra
procedente de los mismos derrumbes recuperada durante las excavaciones;
limpieza manual y realización de rejuntados de muros con morteros de cal
y arena; recrecimiento del alzado de distintos tramos de la muralla en
función de la altura conservada, empleando rellenos interiores a base de
mampuestos o ripios, según composición original del muro, mezclados con
mortero de cal y arena; la reintegración de paredes cuando éstas han
perdido la cara; protección final de las cabezas de los muros con el
mismo tipo de mortero con caídas hacia los lados y sustancias
hidrofugantes, evitando de esta forma el efecto disgregador del agua.
Las excavaciones en el poblado de la Edad del Bronce han permitido
conocer datos importantes sobre el urbanismo y la forma de vida de sus
habitantes.
Aunque no conocemos su extensión, sabemos que se situó en una zona de
amplia visibilidad favoreciendo su defensa y posiblemente estuviese
amurallado al menos en las zonas más accesibles. Construyeron muros
maestros muy gruesos y calles estrechas o pasillos por los que se
accedía a las diversas áreas del poblado. Utilizaban los recursos
naturales cercanos como la piedra caliza y arenisca del propio Cerro y
fabricaban adobes de barro como material de construcción. También
talaban los árboles del entorno para obtener troncos y ramas que
utilizaban como postes y en los techos de las viviendas y como leña para
el fuego. La arcilla también se empleaba en los suelos y enlucidos de
las paredes y techos de las casas y para la fabricación de las vasijas y
de las pesas de los telares.
Las casas eran rectangulares y tenían varias habitaciones separadas por
tabiques en las que se realizaban diversas actividades domésticas. En
algunas estancias existen bancos de piedra sobre los que se situaban
molinos de granito y grandes vasijas con cereal que nos informan sobre
áreas de molienda para la obtención de harina. También existen
dependencias con hogares para protegerse del frío y para cocinar los
alimentos. Junto a estos hogares se han obtenido ollas y fuentes
quemadas por su uso en la cocción de los alimentos. Dentro de las casas
también se han documentado construcciones realizadas con losas hincadas
en el suelo utilizadas como depósitos de almacenamiento. Recientemente,
la excavación de la estancia de una de las casas ha permitido definir un
área donde se realizaban actividades textiles como muestran varios
husos y una gran cantidad de pesas de telar, junto con abundantes restos
de palos carbonizados, evidencias que estarían relacionadas con la
existencia de un telar.
Los enterramientos de los difuntos se realizaban dentro del poblado en
el interior de las casas o en los pasillos. En algunas zonas existen
concentraciones de sepulturas que parecen manifestar el uso exclusivo de
estas áreas como espacios funerarios. Las sepulturas son de tres tipos:
tumbas en cista o con losas de caliza dispuestas verticalmente, tumbas
de mampostería cubiertas con losas planas y vasijas funerarias en las
que se enterraban niños de corta edad. Existen también tumbas
superpuestas donde la cubierta de la más antigua se ha reutilizado como
base sobre la que se entierra al difunto de la más reciente.
El ritual funerario es la inhumación o enterramiento en posición fetal o
flexionada y muestra la significación de los individuos y de la propia
familia en la organización de la sociedad. Las sepulturas contienen
entre uno y cuatro individuos. Existen sepulturas individuales de niños y
adultos, sepulturas con dos o tres enterramientos infantiles,
sepulturas con dos adultos y otras en las que están presentes adultos y
niños.
Junto con los difuntos se depositan ofrendas de alimentos y ajuares
funerarios compuestos por recipientes cerámicos y utensilios metálicos
que incluso han conservado restos del enmangue de madera y adornos
personales de los difuntos. La existencia de sepulturas sin ajuar y el
estudio de las diferencias de los ajuares entre las tumbas que presentan
ofrendas, junto con los estudios óseos, ofrecerán importante
información sobre la estructura social de la comunidad de la Edad del
Bronce del Cerro del Alcázar.
Dentro de este ambicioso proyecto, se han venido poniendo en práctica
iniciativas comunes y colaboraciones con otras instituciones públicas
como la Consejería de Desarrollo Tecnológico de la Junta, a través de la
celebración de cursos de formación para jóvenes desempleados impartidos
entre 1999 y 2002. Estos cursos han tenido como objeto de trabajo para
su formación teórica y práctica diversas actuaciones para la
recuperación de los restos arqueológicos del Cerro del Alcázar, entre
las que se incluyen la consolidación y reintegración de las murallas.
Estos trabajos constituyen un ejemplo del aprovechamiento cultural de
los valores pedagógicos del patrimonio arqueológico soterrado en el
Cerro del Alcázar, de la misma manera que propician la identificación y
el compromiso de la sociedad con su patrimonio.
La investigación arqueológica necesaria para obtener la información
histórica que permita la exposición pública del pasado para su
aprovechamiento social, constituye la estrategia más adecuada para la
conservación y puesta en valor del patrimonio arqueológico. En
consecuencia, los estudios científicos y su divulgación se erigen como
el pilar fundamental para su puesta en valor, no solo comprometiendo a
las nuevas generaciones con su pasado, sino también creando nuevas
iniciativas que sirvan de motor para la economía local.
A la consecución de este objetivo se ha sumado la Consejería de Cultura
de la Junta a través de su Dirección General de Bienes Culturales
aprobando un proyecto de intervención puntual en el Cerro del Alcázar
aportando la contribución económica necesaria para iniciar las
investigaciones de los restos arqueológicos hasta ahora recuperados.
Para conocer el proceso histórico hay que partir de las evidencias
materiales que en el caso concreto de Baeza proceden en gran medida de
las intervenciones realizadas en el Cerro.
Estos trabajos de investigación ya iniciados se están centrando en el
estudio del poblado prehistórico de la Edad del Bronce con la
participación de un equipo multidisciplinar compuesto por especialistas
en diversos campos, cuyos trabajos y análisis específicos nos irán
aportando importantes datos para el conocimiento de la vida y la muerte
de los antiguos pobladores del Cerro del Alcázar, respondiendo a
cuestiones tan importantes como la determinación de sus relaciones
sociales, el establecimiento de un marco temporal, en qué medio ambiente
habitaban, sus costumbres, sus actividades económicas, sus trabajos y
su organización.
En este sentido, se está efectuando el estudio de estos materiales
arqueológicos mediante la realización de análisis específicos:
antropológicos para conocer cómo eran físicamente, su parentesco, sus
enfermedades y la causa y el momento de su muerte; análisis de los
huesos de animales y de los restos vegetales obtenidos y análisis de
colágeno de los huesos humanos para conocer su nutrición y sus posibles
diferencias en el acceso a los alimentos; análisis de polen, de las
semillas, de la madera carbonizada, de los huesos de animales y de los
instrumentos de piedra, metal, hueso, arcilla, etcétera, que usaban,
para conocer cómo eran las condiciones climáticas la vegetación, la
fauna, el paisaje y cómo explotaban sus recursos y los modificaban. En
definitiva, sus actividades económicas y los procesos de trabajo para la
producción de su vida material (extracción y transformación de materias
primas, elaboración de herramientas, intercambios comerciales,
agricultura, ganadería, caza...), análisis de madera y semillas
carbonizadas y huesos para la obtención de dataciones que permitan el
establecimiento de un marco temporal.
La necesidad de la continuación de las intervenciones programadas en el
desarrollo de este proyecto viene determinada porque completarán una
nueva fase de los trabajos que permitirá a los ciudadanos el acceso a
los bienes arqueológicos recuperados. Este acceso se fundamentará en la
explicación histórica de los restos del pasado en base a los resultados
de las investigaciones arqueológicas realizadas, superando la mera
exposición de las ruinas como decorados de una película en la que
cualquier argumento de ficción puede ser contado. En definitiva, se
trata de superar la imagen de los restos arqueológicos vistos como
simples monumentos inertes para dotarlos de su verdadera realidad como
documentos de la Historia.
El uso pedagógico de este patrimonio colectivo por parte de los
ciudadanos se apoyará en recorridos por grupos de visitantes a los que
se irá explicando los restos arqueológicos recuperados mediante paneles
explicativos y visitas guiadas. Este aprovechamiento incrementará su
capacidad formativa con la visita a las trabajos de excavación
arqueológica, para que puedan observar directamente los métodos
empleados por la Arqueología para la recuperación de la información
turística.
Por tanto, durante esta fase del proyecto proseguirán los trabajos
arqueológicos de excavación y consolidación del recinto amurallado y del
poblado prehistórico, a la vez que se deberán realizar las obras de
acondicionamiento necesarias y adecuadas para la conservación y
exposición del conjunto arqueológico entre las que destacamos: la
ordenación de un paseo interior al pie de la fortificación mediante el
establecimiento de su cota y su trazado definitivo, una vez obtenido el
alzado completo de la muralla exterior; la organización y ajardinamiento
de los taludes que definen el nexo de unión y separación entre las
murallas, los paseos superior e inferior y los accesos; construcción de
escaleras o rampa de acceso desde la calle a la plaza renacentista
situada al exterior de la muralla, como punto de partida del recorrido
por el paseo de ronda inferior; la consolidación de secciones en base a
la adopción de medidas de estabilización mediante la utilización de
estructuras de contención como muros de gaviones y los sistemas de
drenaje.
En cuanto a los restos de cultura material mueble se pretende, junto a
lo anterior, su presentación y exposición pública en el futuro museo de
Baeza que servirá como lugar de recepción de visitantes y centro de
interpretación, acentuando su papel didáctico, evitando la simple
exhibición de “objetos preciosos”. Esta labor se plantea llevar a cabo a
través de maquetas, exposiciones que tiendan a explicar el proceso
productivo, concibiendo al objeto como producto e instrumento, y sus
implicaciones en un cuadro evolutivo que muestre las diferentes fases de
apropiación y explotación de la Naturaleza por el hombre y de la
diferente dirección que han tomado los resultados de este proceso
productivo a lo largo de la Historia. Los bienes inmuebles recuperados
en el Cerro del Alcázar contribuirán a la dinamización del museo
entrando a formar parte de sus elementos expositivos, siendo percibidos
en su contexto original.
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