LA TRASGRESIÓN COMO ARGUMENTO
DE FEDERICO GARCÍA LORCA
La personalidad del otro, de cada uno de
los otros, es un enigma que se interpreta, desde señales cargadas de pistas
faltas, como un todo. No se si será por simplificar o porque eso es así, pero
me da la impresión de que no se suele gastar mucha energía mental en reconocer
y en conceptuar a los demás, habida cuenta que lo que es conocer, se conoce
poco. A lo más que se llega, cuando no se acaba de entender algún tipo de
comportamiento, es a decir que Fulano es complicado, pero
esa complicación lleva implícita la generalización, la unificación de la
personalidad, algo así como la pérdida del rastro por donde indagar. Lo
complicado se asocia a lo intrincado, a lo incomprensible, a lo marginal, ya
sea respetable o temible. Por eso, cuando se quiere despreciar a alguien se
dice que es simple o lineal. Pero simple es la ley de la gravitación universal
y lineal la misteriosa flecha del tiempo.
García
Lorca fue un ser complejo con más bordes que aristas. Todas las opiniones
coinciden en señalar que era simpático, abierto, embaucador y un gran seductor
de público, de ambientes. Se manejaba mejor en grupo que en el cara a cara, era
un juglar que desbordaba descubriendo mundos ocultos cuando se sentía
acompañado. La soledad es de cada uno, pero da la impresión de que Federico
sacaba la soledad a la ventana o la tendía como un mantel en el campo.
No era un trasgresor
sino un normalizador de la trasgresión. La versión social de su condición sexual
chocaba con la necesidad poética de interpretar la diversidad con naturalidad.
Para explicar que el esfuerzo por comprender al diferente debe recaer en el
público no en el actor, enfoca la atención de la burguesía culta (lo popular es
tramoya no drama) hacia grupos marginados, como son los gitanos, o a colectivos
excluidos por razones de gremio, como es la guardia civil. No se trata de
utilizarlos solo como referente folklórico, se trata de explorar la ruta que
debe seguir el desplazado para su identificación como personaje real. Cuando se
lleva la trasgresión dentro, no cabe ni el disimulo, ni el aislamiento. La
sociedad tiene que admitir que cada uno es cada uno y que ese estigma tan
negativo como era la homosexualidad a principios del siglo XX ha de ser ser
entendido y aceptado.
No digo que García
Lorca, de manera consciente, se identifique con el marginal Camborio que, con
su vara de mimbre, como único equipaje, tropieza con otros solitarios, al ir a
algo tan intrascendente como es ver los toros. El inconsciente trabaja como
trabaja. Dicta el relato de extrañados sociales sobre los que hay que atraer la
atención del público para que comprenda que el raro, el aislado, el distanciado
hace lo que tiene que hacer: ir a los toros si es gitano y vigilar los caminos
si es guardia civil. Explicarse desde la trasgresión conlleva visitar paisajes
mentales profundos, penetrar ese paraíso cerrado para muchos, perderse en querencias
hondas como las del cante jondo. Estas vivencias no se prestan a la claridad
porque se vive en el desasosiego de sentir que no se tiene derecho a ella. Por
eso García Lorca hablaba exhibiéndose, mientras amaba escondiéndose. Da la
impresión que su callejón no tiene salida, que sus bodas van a ser de sangre,
su destino yermo, su corrida fatídica. Al final siente pena de ser tronco sin
ramas y de no tener la flor para el gusano de su sufrimiento. El Federico
lúdico vencido por el Federico trágico.
SALVADOR PERÁN MESA
Médico jubilado