FIRMA INVITADA: "SIEMPRE ES POSIBLE ENTENDERSE", por SALVADOR PERAN MESA




 SIEMPRE ES POSIBLE ENTENDERSE

Salvador Peran Mesa


Hay que imaginar el principio: una solución acuosa saturada de moléculas orgánicas deseosas de establecer relaciones permanentes, pero imposibilitadas de hacerlo por falta de intimidad ya que el caldo oceánico estaba sometido a flujos y corrientes que impedían la estabilidad. Ocurría hace unos 4.400 millones de años en el planeta Tierra recién formado, donde una propiedad insólita de la materia estaba a punto de emerger. Para ello el caldo previótico o caldo primordial necesitaba compartimentos donde las moléculas entrelazaran ciclos de información y energía. De contactos aleatorios previos, moléculas reactivas intuían que era posible el salto cualitativo a otra dimensión siempre y cuando encontraran el hábitat adecuado. Aislar un espacio de convivencia requería construir paredes impermeables que a la vez permitieran el tráfico de entrada y salida de sustancias y productos de deshecho. Para nacer, la vida exigía una vivienda construida de un material que escapara de la polaridad, propiedad innegociable que el agua impone a sus interlocutores arrastrando el abuso que el oxígeno cometió sobre el hidrógeno durante el proceso de formación de agua. Como se sabe,  ambos elementos, necesitados de completar la carga electrónica de su corteza, acordaron compartirlos de manera amistosa para formar H-O-H, la molécula más plástica del Universo. Pero como el núcleo de oxígeno es más grande que el de hidrógeno, los electrones compartidos pasan más tiempo cerca del oxígeno que del hidrógeno creando un minúsculo campo eléctrico o dipolo en el que la carga negativa corresponde al oxígeno y la positiva al hidrógeno. La polaridad de la molécula de agua representa la fuerza electromagnética del modelo estándar en la que se apoya la vida.

     Afortunadamente un tipo de lípidos, en principio incompatibles con el agua, retaron a la ley de la polaridad con resultados inesperados. Hay que recordar que se necesitaban células aisladas donde moléculas orgánicas pudieran interactuar entre sí con el fin de dar el salto a la autogestión y que las paredes de estas células fueran impermeables al agua. Los lípidos se mostraban como principales candidatos, pero una gota de aceite aunque tiene esa propiedad no ofrece habitabilidad ya que su interior es impenetrable al agua. La solución vino de mano de los fosfolípidos, moléculas capaces de entenderse con el agua y con el aceite con lo que se convirtieron en intermediarios necesarios para la construcción de las membranas celulares. Los fosfolípidos puede que sean las moléculas más inteligentes de la vida o al menos las más diplomáticas. Proporcionaron casa confortable a la vida gracias a su carácter anfipático o empatía por  sustancias polares y no polares. Además, como su aspecto externo es elegante, con cabeza polar compatible con el agua y un par de largas colas apolares con las que se entiende con los lípidos, es posible que sedujeran en lo estético antes que en lo funcional. El primer diseño consistió en una burbuja en la que las cabezas polares se alineaban hacia el medio acuoso que las contenía y las colas lipídicas apolares se proyectaban hacia el interior. Ese artefacto en forma de globo se mantenía flotando independiente o agrupado con otros, pero su interior no ofrecía habitabilidad para soluciones acuosas. El paso siguiente consistió en fabricar una película compuesta de una doble capa de fosfolípidos en la que las colas se proyectaban hacia el interior de la doble capa y las cabezas, pegadas por polaridad, formaban una cubierta que les permitía entenderse con el medio acuoso que las rodeaba. Dicho sea de paso, para estabilizar el interior de la doble capa que tiene una fluidez semejante a la del aceite de oliva se emplearon anclajes cuyo representante más conocido es el colesterol otra molécula anfipática y por lo tanto con vocación mediadora. Esta molécula que por desconocimiento de su labor está mal vista no es utilizada por el organismo como combustible porque prefiere dedicarla éste al delicado trabajo de estabilizar membranas celulares incluidas las neuronas, tan necesitadas de mantenerse activas, sobre todo, en la etapa del declive cognitivo.

     En algún momento la nueva dimensión de la materia alojada en células independientes alcanzó capacidad de crecimiento y reproducción asegurando un proyecto de futuro. El último paso a la estabilidad lo dio LUCA (The last universal common ancestor) como primer ser independiente del que descienden todas las formas de vida que han asumido el principio de colaboración como estrategia de supervivencia. La evolución está llena de acrobacias como la que hicieron los fosfolípidos para formar membranas. La simbiosis, la fotosíntesis, el genoma o la metamorfosis son procesos cruciales en la aventura de la vida. La gestión que hicieron los fosfolípidos tiene el valor añadido de patrocinar el entendimiento como argumento de progreso. Conociendo la incompatibilidad física que separa a las sustancias polares de las no polares haber encontrado la solución de compromiso parece el enunciado de la ley del entendimiento que asegura que no existe conflicto insuperable: siempre es posible entenderse. Hay que transmitir este mensaje a los intransigentes, a los rígidos e inmóviles anclados en posiciones extremas. Viendo el camino que abrió la ductilidad de los fosfolípidos y los logros alcanzados por los seres vivos, se puede imaginar la pérdida que hubiera supuesto no encontrar salida al atasco de la polaridad por falta de consenso.


Fuente de la imagen: https://www.dailymail.co.uk/sciencetech/article-2045992/Last-universal-common-ancestor-LUCA-sophisticated-thought-say-microbiologists.html