QUEVEDO NUNCA VENCIÓ A PACHECO DE NARVÁEZ
Sobre D. Luis Pacheco de Narváez y D. Francisco de
Quevedo y Villegas y de la falsa anécdota de Tarsia en casa del Almirante de
Castilla
Quevedo es seguramente el autor más popular del siglo
de Oro, por delante incluso de Cervantes y Lope de Vega; y esto se debe en
buena a medida a que el imaginario popular siempre disfrutó imaginándolo
espadachín y fanfarrón, a la vez hábil con la palabra y con la espada. Dicha
imagen se construyó solo y exclusivamente sobre las anécdotas que el abad Juan
Pablo de Tarsia, recogió en su panegírico sobre el poeta castellano1,
y a partir de ahí los apasionados de Quevedo la difundieron no sin cierta falta
de perspectiva. La más relevante de ellas es la que se refiere a su disputa con
el maestro de armas D. Luis Pacheco de Narváez en la que, según Tarsia, este
fue vencido con la espada por el poeta. Sobre esta falsa afirmación la
tradición ha construido la idea de que Quevedo era hábil con la espada,
atribuyéndole al maestro de armas todo tipo de características negativas, que
se contraponen con el simpático calavera, que es Quevedo. Pero la verdad, es
otra.
Quiero
antes de empezar aclarar los motivos que me llevan a escribir este artículo,
porque para ser sincero, lo cierto es que siempre he esperado que esta tarea la
acometieran investigadores más preparados que yo en el terreno académico. Si
finalmente me he decidido a hacerlo es porque tengo la impresión de que al
final el que realmente siente la necesidad de limpiar el nombre del ilustre
baezano soy yo, posiblemente porque, como él, me dedico a enseñar esgrima, y la
esgrima que practico y enseño se basa en el método que él desarrolló y escribió
hace cuatrocientos años.
Si
en su día elegí seguir su método- y el de sus continuadores – fue porque a
medida que adquiría experiencia con la espada me daba cuenta de su desarrollo
teórico era increíblemente exacto, preciso y verdadero. No he encontrado ni en
la tradición española ni en ninguna otra un método teórico tan útil para
explicar y entender lo que ocurre durante una frase de armas ni para enseñarlo
a otros, que es a lo que me dedico.
Y
aquí es donde empieza todo; porque cualquier diestro experimentado sabe que la
comprensión teórica y el desarrollo intelectual de un método, en cualquier
arte, sea esta Esgrima, Música, Pintura o Danza nace de la Práctica, de la
vivencia directa. Y esto exige una destreza superior o las conclusiones a las
que se llega son limitadas y a poco que el nivel aumenta, equivocadas. El
desarrollo de Pacheco de Narváez es impresionante en su detalle, y sobre todo,
verdadero, algo que solo un diestro muy hábil con la espada puede crear; hecho
que es corroborado por una cantidad enorme de documentos en los que queda
patente la admiración de sus contemporáneos por su habilidad con la
espada2, pero también por la experiencia práctica de decenas de
personas que hoy en día practican esgrima ateniéndose al método que el maestro
baezano desarrolló.
Sin
embargo la falsa anécdota con Quevedo ha creado una imagen del maestro de armas
extremadamente negativa que no se corresponde en absoluto con lo que este fue a
tenor de lo que podemos leer, y ha servido de excusa para que autores
extranjeros y nacionales vilipendien no solo al personaje sino al método que
desarrolló. Y así resulta que el método teórico para el estudio y análisis del
combate con armas blancas más perfecto jamás creado, acaba siendo menospreciado
y etiquetado como “demasiado complicado” o “absurdamente matemático” y la
anécdota – junto con la del Buscón - traída como argumento para apoyar dicha
afirmación.
Dichas
criticas, completamente insostenibles tanto en la Teoría como en la
Práctica, deben no obstante ser rebatidas, y es por ello que en este articulo
empiezo por el principio, establecer la falsedad de la anécdota y el hecho
cierto de que Pacheco nunca fue vencido. No solo porque este gran hombre no
merece semejante mancha en su biografía, sino sobre todo, porque afirmar que Quevedo
le venció es faltar a la verdad.
D. Miguel Sanchez del Hierro,
carancista, reconoce que Pacheco de Narváez nunca fue vencido
Antes
de acometer el análisis de la falsa anécdota quiero citar un texto que deja
bien claro que nadie venció nunca a Pacheco, algo que con la trayectoria que el
baezano tuvo es absolutamente lógico y no podría ser de otra forma, pero la
simpatía que el idealizado personaje de Quevedo despierta ha acabado por hacer
que se asuma como cierto algo tan absurdo como que alguien afectado de cojera y
problemas de vista pueda vencer a un soldado poseedor de una
celebradísima destreza en el manejo de la espada. Es curioso como la anécdota
se ha asumido como cierta y se ha reproducido sin cuestionarse ni los hechos,
ni el contexto, ni la fiabilidad de la fuente. Es como si se hubiera querido
creer en ella, sin pensar demasiado en lo absurdo que esto resulta.
El
motivo es obvio; la figura de Pacheco de Narváez en el mundo actual, en el que
la esgrima tiene muy poca importancia no puede compararse con la de Quevedo,
uno de los grandes escritores de la literatura universal y este ha tenido, y
tiene muchos más simpatizantes que el maestro de armas, que con la
transformación de la esgrima en los siglos XIX y XX se pasó varios siglos
olvidado y desprestigiado por los admiradores de Quevedo, como es el caso de
Fernandez Guerra. Injustamente me parece a mí, si uno estudia las fuentes
y los hechos.
En
1636 el pachequista portugués Francisco de Abreu y el carrancista sevillano
licenciado Miguel Sanchez del Hierro tras encontrarse en Sevilla, mantuvieron
una interesante correspondencia sobre la afición que les unía3; y el
portugués acaba escribiendo una larguísima carta en defensa del método de
Pacheco ante la renuencia del sevillano a reconocer que el inventor de la
Verdadera Destreza es Pacheco de Narváez y no Carranza.
Como
es sabido es esa época de guerra civil en el seno de Verdadera Destreza entre
los partidarios de la teoría de Carranza, capitaneada por el ecijano Mendez de
Carmona, y la pachequista, que el baezano como maestro mayor había impuesto en
todo el reino. Los encendidos debates condujeron, a veces, incluso a duelos
entre los partidarios de uno y otro bando, o como en este caso a una larga
correspondencia por escrito.
En
el debate que por carta sostiene con Sanchez del Hierro escribe Francisco de
Abreu refiriéndose a Pacheco “..y que como maestro mayor de la filosofía y
destreza de las armas y único inventor suyo vienen de toda Europa y de la
América unos a verle por admiración, otros a consultarle y otros en mayor
número a competir, hecho siempre para esto un estafermo público al universal
concurso de todas las naciones probando y defendiendo la verdad de su
doctrina…” y podemos leer en la respuesta de Sanchez del Hierro “ Estoy muy bien
con lo que dice acerca del obrar de D. Luis de Narváez a todos los que han
ocurrido, sin haber denegado a ninguno el tomar la espada y salir siempre
vencedor y libre de los intentos del contrario…”
El
término “Estafermo público” se refiere a que para demostrar la verdad de sus
planteamientos Pacheco a modo de estafermo se situaba en medio de un espacio
suficientemente amplio para la práctica con la espada y tiraba asaltos
demostrando espada en mano la efectividad de sus propuestas teóricas, que luego
explicaba como profesor. A la afirmación de Abreu de que Pacheco nunca ha sido
vencido, Sánchez del Hierro, carrancista y por lo tanto no afecto al maestro
mayor responde admitiendo que esto es cierto.
Es
decir, aunque no comparte con Abreu la opinión de que Pacheco es el
inventor de la Destreza, no puede negar el hecho cierto y conocido de que
Pacheco de Narváez nunca fue vencido.
Lo
que por otra parte es lógico o el baezano no habría conseguido lo que
consiguió. Porque cuando Pacheco llegó a Madrid el escenario estaba dominado
por la esgrima común, es decir, una práctica que se enseñaba sin un sistema
teórico de referencia. Y sin un sistema teórico, la práctica puede ser sublime
si el esgrimidor es hábil, pero por lo general al abandonar en manos de la
habilidad individual el desarrollo práctico, lo normal es que fuera mediocre y
peligrosa. Con ello no quiero decir que no hubiera esgrimidores hábiles, los
habría, pero sabemos por referencias escritas que era a menudo violenta, tosca,
y causa de peleas en las que las espadas negras de esgrima acababan usándose
como un látigo o un palo y no como un simulador de una espada blanca, que es lo
que debería ser4.
Pacheco
de Narváez, como otros maestros en Europa, entiende que es necesario establecer
un método, una forma de entender el arte de la esgrima que sea efectiva,
realista y segura. Así que tras publicar - o posiblemente antes - su tratado
Las Grandezas de la espada se introduce el mundo de la Esgrima. Pacheco cuando
llega es un desconocido y tiene que enfrentarse a todos y vencer para
convencer. Lo hace con la espada y con la palabra, y los hechos prueban que lo
hace con éxito. Nadie le regala nada; son su destreza y su inteligencia lo que
le catapultan y le permiten ascender socialmente, pero tiene a todos en contra.
Si triunfa es porque vence y convence. ¿Habría sido esto posible si un
minusválido le hubiera vencido? ¿Cómo puede asumirse que esgrimidores sin taras
físicas no fueran capaces de vencerle y si pudiera un cojo en una disciplina en
que – y esto lo sé por experiencia de años – si uno no puede mover las piernas
con rapidez y coordinación resulta completamente imposible superar al
adversario? ¿Cómo puede ser que hombres de la estatura de Lope de Vega, Vélez
de Guevara o Calderón celebrarán la inteligencia y habilidad de Pacheco
si hasta un tullido podía vencerle? ¿Cómo es posible que el propio Quevedo
nunca mencione el suceso ni siquiera de forma circunstancial?
La anécdota
La
anécdota ha llegado hasta nosotros a través de Aureliano Fernandez Guerra,
conocido intelectual español del siglo XIX editor de las obras de Francisco de
Quevedo que, evidentemente, simpatizaba con el personaje. Con quien
no simpatizaba es con Pacheco, a tenor de la descripción que de él hace:
En los primeros días del siglo XVII aspiró a eclipsar
la gloria de Carranza D. Luis Pacheco de Narváez, caballero de Baeza, hombre
presuntuoso y avalentado que al fin vino a ser maestro de Felipe IV y mayor en
todos sus reinos. La audacia que mostraba la ambición que mal encubría, el
desdén con que solía mirar los escritos de su famoso antecesor, ocasionáronle
rivalidades odios y acaloradas contiendas. Tuvo entre sus apasionados a
Cristóbal Suarez de Figueroa, historiador, filosofo y poeta, al ingenioso
y galano Luis Vélez de Guevara y al profundo dramático Juan Ruiz de Alarcón; y
entre sus adversarios a D. Luis Mendez de Carmona, caballero de Écija y
defensor acérrimo de la doctrina de Carranza y a D. Francisco de Quevedo.”
No
puede decirse que Fernandez Guerra sea muy ecuánime, porque el baezano entre
sus apasionados tuvo a bastantes más que los que él menciona y entre ellos
estuvieron Lope de Vega y Calderón. El editor juzga a Pacheco desde la
perspectiva de Quevedo asumiendo por completo la perspectiva de este, al que,
obviamente, idealiza. Su postura ha sido asumida de manera sistemática hasta el
día de hoy dando origen a una imagen estereotipada del maestro baezano como
arrogante, vanidoso, despectivo y no tan hábil con la espada como él pretende.
Dicha imagen absolutamente falsa, plana, de malo de película, es un invento,
pero ha venido siendo asumida porque sirve bien al propósito de demostrar la
improbable habilidad de Quevedo con la espada. Convertir a Pacheco en un
personaje negativo, sin matices, es esencial para ensalzar a Quevedo, que es el
fin último de dicha anécdota. Pero lo cierto es que dicha imagen es una
invención de Fernández Guerra necesaria para justificar su idea de
Quevedo y solo puede ser asumida como cierta haciendo caso omiso de los
documentos que atestiguan la habilidad con la espada y enorme fama de Pacheco
de Narváez5.
Veamos
el texto original del biógrafo de Quevedo Pablo Antonio de Tarsia, del que
Fernández Guerra extrae la anécdota.
Hallóse Don Francisco en vn concurso de los mayores
Señores
de la Corte en casa del Presidente de Castilla, donde
se argüyó sobre
las cien conclusiones de la destreza de las armas, que
sacó Don Luis
Pacheco de Narváez, Maestro, que fue del Rey nuestro
Señor en esta
profession, y mayor en los Reynos de España; y después
de auer discurrido
algunos, e impugnado las conclusiones, salió Don
Francisco
contradiziendo la que en vn genero de acometimiento
dezia no auer
reparo, ni defensa; y para la prueba, combidó al
Maestro, á que tomasse
con él la espada; el qual, aunque lo reusaua, alegando,
que la
Academia se auia juntado para pelear con la razón, y
no con la espada,
obligáronle sin embargo los Señores á salir con ella,
y al primer
encuentro le dio Don Francisco en la cabera,
derribándole el sombrero.
Retiróse el Naruaez algo enojado del sucesso; y Don
Fra[n]cisco,
para sazonar la fiesta, dixo: Probó muy bien el señor
D. Luis Pacheco
la verdad de su conclusión, que á auer reparo en este
acometimiento
no le pegara yo.
(Vida de don Francisco de Quevedo y
Villegas, Madrid, Pablo de
Val, 1663, pp. 59-60).
A
partir de este texto se ha ido creando un mito que poco que tiene que ver con
la realidad; yo he llegado a leer cosas tan absurdas como que Quevedo tiró
sentado contra Pacheco – posiblemente una trasposición de la anécdota de
Francisco de Añasco famoso maestro carrancista en Sevilla -.
Su
autor Pablo Antonio de Tarsia recoge esta anécdota en su libro Vida de
Francisco de Quevedo y Villegas, que luego recogerá Aureliano Fernandez Guerra.
El autor de la anécdota
Pablo
Antonio de Tarsia, eclesiástico nacido en Puglia, llega a Madrid entre 1645 y
1647 al servicio un noble napolitano y no llega a conocer nunca a Quevedo. Será
años después de su llegada a Madrid posiblemente hacia 1658 cuando tras visitar
la Torre de Juan Abad – la casa del poeta – decida escribir su biografía con el
material que allí encuentra y con los testimonios de gente que le
conoció. Nacido en 1619 Tarsia ni siquiera había nacido cuando se produjo
el supuesto incidente con Pacheco, acaecido en 1608, es decir cincuenta años
antes de su llegada a Madrid. Él no está presente en casa del almirante de
Castilla cuando, en 1608, tiene, o no, lugar dicha anécdota y no cita su
fuente, lo que ya de entrada no resulta demasiado fiable, sobre todo cuando
resulta que el protagonista de este suceso jamás afirmó ni por escrito ni
verbalmente, no digo haber vencido a Pacheco sino haberse enfrentado a
él. Algo raro si se tiene en cuenta lo que le odiaba y todo lo que dijo de él.
El propósito hagiográfico de la
biografia quevediana de Tarsia
Hoy
en día los estudiosos sobre Quevedo convienen en que la vida de Quevedo de
Tarsia es hiperbólica e idealizada y sabemos que muchas de las anécdotas que en
él se relatan son o interpretaciones personales de los hechos, exageraciones o
invenciones6.
Tarsia
al escribir la biografía de Quevedo no pretende ser riguroso, sino crear un
arquetipo heroico partiendo de los elementos reales de la vida del poeta, pero
modificándolos para que estos respalden la imagen que pretende construir de él,
que es la de un hombre de estado, virtuoso, comprometido y sabio. El Quevedo de
Tarsia carece de debilidades humanas y se eleva por encima de los demás hombres
casi como uno de los santos sobre los que Quevedo escribió profusamente.
Su
intención es hagiográfica y por ello, ajusta los hechos conocidos de la vida de
Quevedo para que sirvan como soporte y argumento de las virtudes que, de
él, Tarsia quiere destacar; y cuando no hay datos que puedan servir para
respaldar una virtud necesaria en el Quevedo ideal que él imagina, el autor
rellena el vacío ya sea inventando ya sea modificando o reinterpretando los
hechos a su conveniencia, con tal de dotar al protagonista de su historia de
los rasgos del héroe clásico.
La
intencionalidad de Tarsia se percibe fácilmente a lo largo de todo el texto tal
y como se desprende de su simple lectura, pero hay datos concretos que prueban
como el abad napolitano tergiversa o inventa hechos a su antojo.
Uno
especialmente evidente es el que menciona al final del libro, en que pretende
que al morir Quevedo su cuerpo quede incorrupto durante diez años, como si de
un santo se tratara. Según Tarsia, este hecho casi milagroso, habría ocurrido
por motivos sobrenaturales como consecuencia de la vida virtuosa y espiritual
que el poeta había llevado.
Otra
menos fantasiosa pero no por ello menos falsa, es su pretensión de que Quevedo
participó en la conjura de Venecia de 1618 cuando existen pruebas documentales
fehacientes que prueban la imposibilidad de que Quevedo participara en
ella6.
Ambas
anécdotas tienen como finalidad mostrar las cualidades del Quevedo ideal de
Tarsia, la del hombre virtuoso en la primera, la del hombre de estado en la
segunda, pero son falsas, algo que para Tarsia es aceptable en su intento de
construir un Quevedo ideal.
La invención de la habilidad de Quevedo
con la espada
Para
crear el Quevedo ideal, Tarsia debe probar que era diestro con las armas,
condición esencial del héroe. Pero no lo tiene fácil ya que Quevedo no ha sido
soldado ni ha destacado nunca en la práctica de la esgrima; no ha escrito
libros ni le han dedicado versos por su destreza con la espada. No le queda más
remedio que inventar algunas anécdotas que creen la imagen de un Quevedo
espadachín.
Tarsia
establece la habilidad de Quevedo con la espada a partir de tres anécdotas y un
soneto.
La
primera anécdota es la que estamos comentando y la que más se ha usado para
argumentar que Quevedo era diestro con las armas.
En
la segunda se nos cuenta como Quevedo ahuyentó, en las calles de Madrid, una
pantera usando su espada y un broquel, y en la tercera afirma que mató a un
hombre que maltrataba a una mujer y que tras reprenderle le mató en una pelea.
Creo
yo que semejante bagaje de valor y destreza marcial, aunque fuera cierto, no es
para impresionar a nadie; sobre todo cuando contemporáneos como Lope de Vega o
Cervantes habían servido en la milicia el primero con Alvaro de Bazán en las
Terceras, y el otro en Lepanto con Juan de Austria y Farnesio, o el propio
Pacheco que fue soldado durante diez años y luchó contra los turcos.
Ninguno
de estos autores necesita anécdotas de reyertas callejeras para que se les
considere valientes, son innecesarias. Tarsia en cambio considera necesario
contarlas porque no tiene argumentos para justificar el valor del protagonista
de su historia. Y tampoco sabemos si son ciertas, no hay pruebas de que
de hecho ocurrieran. En principio, a falta de más pruebas, sabiendo lo que
sabemos de Tarsia y de su probada capacidad para inventar hechos, debemos suponer
que son falsas o muy probablemente exageraciones, quizás convirtiendo un
encuentro de Quevedo con un gato, en una pelea con una pantera o una discusión
callejera en un lance en defensa de una dama.
El
cuarto y último argumento para apoyar su breve alegato – una página y media -
sobre la habilidad con la espada de Quevedo Tarsia es una línea en un poema en
italiano en la que se menciona la habilidad del poeta con la espada, de una
autor por cierto desconocido y del que no he podido encontrar referencia alguna,
aunque quizás algún especialista sobre Quevedo pueda hacerlo. De no ser así
estaríamos ante otra invención de Tarsia7.
En
cualquier caso, poca cosa creo yo si se compara con el del maestro baezano que
Quevedo tanto odia; porque en el caso de Pacheco de Narváez los sonetos,
decimas, dedicatorias, rimas, cartas que alaban a su valor, destreza con la
espada, y su dominio del Arte y Ciencia de las armas se cuentan por decenas,
tanto antes como después de la falsa anécdota.
En
cualquier caso, teniendo en cuenta que Tarsia, inventa lo que le conviene en la
creación de un Quevedo ideal, resulta meridiano que no es posible dar por
buenas ni una sola de sus anécdotas sin que exista otra fuente documental que
la corrobore.
Claro
que el asunto es que no hay, hasta donde yo sé, ninguna. Ni el propio Quevedo,
protagonista de la supuesta anécdota, que odiaba a Pacheco8 y
al que insultó y denostó de muchas y variadas formas menciona jamás el suceso,
lo que no deja de ser extraño porque el mayor insulto posible habría sido
justamente vencerle, espada en mano. Pero no dice nada, nunca en ninguna
parte.
Tampoco
nadie nunca, en ninguna carta, relación o documento menciona, que sepamos,
dicho suceso. Es decir de momento, no solo no sabemos qué pasó en casa del
almirante de Castilla, ni siquiera sabemos si pasó.
Por
otra parte, de haber pasado, algo, fuera lo que fuera, debería haber habido
consecuencias; no es creíble que en un mundo donde la esgrima era una actividad
social importante un poeta famoso y minusválido venza a un maestro de gran fama
y el suceso ni tenga jamás repercusión mediática alguna ni tenga consecuencia
alguna para el maestro de armas9. No solo, su fama como
diestro y profesor de este arte sigue ascendiendo hasta que esta le procura en
un primer momento el nombramiento de maestro de los pajes del rey y más tarde
el nombramiento de Maestro mayor del reino.
Conclusiones
Así
que si hacemos un breve resumen de lo expuesto tenemos lo siguiente:
1)
La supuesta habilidad con la espada de Quevedo se fundamenta sobre las cuatro
breves referencias de Tarsia
2)
El testimonio de Tarsia, por hagiográfico e hiperbólico no puede ser tenido en
cuenta a falta de otros testimonios y pruebas documentales
3)
No parece existir referencia alguna ni a la anécdota con Pacheco, de nadie, ni
siquiera del propio Quevedo que odiaba al baezano
4)
No existen consecuencias para Pacheco de ningún tipo, su progresión continua
imparable y su fama aumenta.
5)
En 1636 D. Miguel Sánchez, diestro carrancista, en respuesta a una carta de
Francisco de Abreu - pachequista – reconoce que D. Luis Pacheco de Narváez
jamás fue vencido.
Con
semejante información lo único que puede deducirse es que, que sepamos,
si pasó algo, que no lo sabemos, no fue sin duda lo que Tarsia afirma, y que,
salvo prueba en contrario, la anécdota es completamente falsa. Si sabemos
en cambio que a Pacheco no le venció nadie con la espada, el único que
pudo con él fue su rey al que él sirvió como soldado y como maestro mayor y que
le pagó dejándolo en la miseria los últimos años de su vida.
Como
ya he comentado yo no soy un especialista sobre Quevedo pero, a falta de otras
pruebas, debemos dejar atrás al personaje de novela y asumir, que, en realidad
su destreza con las armas es una invención literaria que no se corresponde con
la realidad, algo que por otra parte parece bastante lógico. Las conocidas
limitaciones físicas del poeta y la personalidad que emana de sus obras no son
ni la de un diestro ni la de un soldado. Quevedo es un intelectual, un
cortesano, no un hombre de acción. Fue enorme con la pluma y la palabra,
no con la espada. Que sepamos, jamás se enfrentó a Pacheco con ella, ni se
batió con él, ni que sepamos, con nadie. Frente a Quevedo, la destreza con la
espada del maestro baezano y la comprensión de su arte debió ser mucha tal y
como se desprende de sus obras, de la admiración que despertó entre sus
contemporáneos y de la fama que obtuvo y por la que llegó a ser maestro
del rey y mayor del reino.
Creo
apropiado terminar este breve artículo con las palabras que D. Antonio Iuste
que fue maestro de armas y de danzar en la corte de Felipe IV, dedicó a D. Luis
Pacheco de Narváez:
Con valentía enseñar
Y con la espada reñir
A los infieles rendir
Y enemigos sujetar
Todo en vos se vino a hallar
Pues vuestra mano alentada
Con pluma por Dios cortada
A todo el mundo dio guerra
Defendiendo nuestra tierra
Con la pluma y con la espada.
D.Alberto Bomprezzi
Maestro
de Armas
AEEA-EMET
_________________________________________________________________________
1 Vida de Francisco de Quevedo Y Villegas, de Pablo Antonio de Tarsia
2 Ver los sonetos y décimas incluidos en sus obras. En
un artículo separado recogeremos muchos de ellos.
3 Carta de Francisco Abreu de Lima, lusitano, al
licenciado Miguel Sanchez del Hierro Salazar, vecino de la ciudad de Sevilla
sin numerar aunque está en la página 6 desde el inicio de la carta.
4 Las grandezas de la espada pag. 248 “…también ha
habido imperfección en las espadas que hacen así para liccionar como para
ejercitarse, haciéndolas tan delgadas y cortas que al traerlas en la mano casi
no se sienten, de do sucede que cuando vienen a tomar las de la cinta, como
están habituados a las pequeñas no las pueden mandar…”
“Las
grandezas de la Espada” pag 124 l. 13/23 refiriéndose al brazal y a la
manotada. Pag 227 refiriéndose a los reparos con el brazo la capa. Pag 228
refiriéndose al reparo “…como las dos espadas las quitan de entre los dos
cuerpos y ninguna hiere, venir a los brazos y echar mano al sombrero para tapar
los ojos, echar mano a la barba, y darle golpes en los rostros, todo lo cual es
feo y dañoso…”
5 Soneto de Lope de Vega a D. Luis Pacheco de Narváez
A la esfera de Marte reservada
a solos Héroes de inmortal memoria
llegó don Luis por última victoria
de tanta envidia vanamente armada.
La pluma de las armas retirada,
a esta moral ocupa dulce historia,
por dividir entre las dos la gloria,
emulación de su famosa espada.
A dos ilustres Damas asegura
Marte en su esfera, y resplandece en ellas
su aspecto y su virtud cándida y pura.
Las dos eran de Venus luces bellas,
más ya para guardar tanta hermosura
en la esfera de Marte son estrellas
6 Vida de Francisco de Quevedo Y Villegas, de Pablo Antonio de Tarsia pag 143-146
Criticón 94 “ Quevedo y los Santos” Santiago Fernández Mosquera pag .7 y
8
J.O Crosby
“Quevedo’s alleged participation in the Conspiracy of Venice”.
Academia Literaria Renacentista II: Alessandro
Martinengo “La Vida de Quevedo de Paolo Tarsia:Discoours y Recit”
pag 59 a 68.
Nueva Revista de Filología Hispánica
“Reseña de posibles inéditos de Quevedo a la muerte de Osuna” Diego Martínez
Torrón pag 188/189 “…en ella (la biografía de Tarsia) la amistad entre
los dos jóvenes se desarrollaba en medio de intensas aventuras, no siempre
verdaderas…”: Tarsia es el primer biógrafo de Quevedo y culpable de que se le
atribuyan leyendas de su etapa italiana que han sido miméticamente reproducidas
después. Estas leyendas aunque corrompen la historia y sus personajes…”
7 Incluyo los versos sobre Quevedo che Tarsia incluye en
su panegírico, atribuyéndolos a Andrea Cunci.
Oltre cheal cantone
rassembri il vero
Apollo e al
parlar fogliuol de Maia
Esai d’orbie di
cieli ogni lor parte
Ogni dote real di cavaliero
Eroicamente in te
sua luce irraia
Onde nell’armi
ancor rassembri un Marte.
8 Incluimos una
parte de las Estrofas 40-44 del Canto I de Poema heroico de las necedades
y locuras de Orlando el Enamorado en las que Quevedo se refiera a Pacheco de
Narváez
A las espaldas de Reinaldo estaba,
más infame que azote de verdugo,
un maestro de esgrima que enseñaba
nueva destreza, a güevo y a mendrugo:
don Hez, por su vileza, se llamaba,
descendiente de carda y de tarugo,
a quien, por lo casado y por lo vario,
llamó el emperador Cuco Canario.
más infame que azote de verdugo,
un maestro de esgrima que enseñaba
nueva destreza, a güevo y a mendrugo:
don Hez, por su vileza, se llamaba,
descendiente de carda y de tarugo,
a quien, por lo casado y por lo vario,
llamó el emperador Cuco Canario.
Era embelecador de geometría,
y estaba pobre, aunque le daban todos;
ser maestro de Carlos pretendía;
pero, por ser cornudo hasta los codos,
su testa ángulos corvos esgrimía,
teniendo las vacadas por apodos;
éste, oyendo a Reinaldos, al instante
lo dijo al rey famoso Balugante.
y estaba pobre, aunque le daban todos;
ser maestro de Carlos pretendía;
pero, por ser cornudo hasta los codos,
su testa ángulos corvos esgrimía,
teniendo las vacadas por apodos;
éste, oyendo a Reinaldos, al instante
lo dijo al rey famoso Balugante.
Quevedo
escribe estos endecasílabos hacia 1626- 1628 cuando Pacheco es ya maestro
mayor, es decir, mucho tiempo después de la supuesta anécdota. Y ni siquiera en
esta ocasión en la que insulta abiertamente al baezano llamándole hez, vil, y
cornudo comenta nada sobre ella.
9 En el siglo XVII las noticias relevantes se publicaban
a través de relaciones de sucesos o gacetas. Los duelos y enfrentamientos entre
personajes conocidos ya fuera por su nobleza o por su fama eran habitualmente
recogidos como ocurre con el duelo en 1636 entre D. Juan de Herrera y el
marqués del Águila. Curiosamente, que sepamos, nadie recogió la que nos cuenta
Tarsia.
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