SOBRE EL POETA ANTONIO MACHADO[1]
Hablar sobre la obra de Antonio Machado es una de
las actividades más enriquecedoras que el ser humano puede hacer, pero todavía
es más importante penetrar en su pensamiento y, tras él, percibir la poesía. Así,
alguien escribió: “Sin poesía, no hay ni humanidad ni civismo, ni metafísica,
ni ética ni estética, porque quien la desdeña nos sabe qué es ni hasta donde
llega nuestra humana condición.”. También Hölderlin nos anuncia algo tan esencial
como lo que sigue: “Quien piensa lo más profundo, ama lo más vivo, el que mira
en el mundo, entiende la más elevada virtud, y los sabios terminan precisamente
en lo bello.”
Las definiciones sobre la poesía, deben ser un
ejercicio pedagógico que, por desgracia, no se tiene en cuenta cuando en una
clase de literatura, no se enfatiza para que la juventud sea consciente que
sobre las artes escritas hay que domar la palabra y embellecer la misma con
sensaciones que estremezcan la sensibilidad de las personas.
El mundo no es solamente materia, es pensamiento y
emotividad donde cabe lo esencial para el llamado espíritu.
Antonio Machado es -como todo aquel que crea- un
emulador de aquello que penetra en sus entrañas creativas y va tomando de los
clásicos modernos lo esencial de la palabra y el sentido filosófico de la
condición humana, asumiendo las expresiones más vivas donde irá ejerciendo su
creatividad poética o su pensamiento filosófico.
Nos dice Jorge Manrique en coplas a la muerte de su
padre: “ nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”.
“En una noche oscura/con ansias en amores inflamada/
¡oh dichosa aventura/salí sin ser notada/ estando ya mi casa sosegada.”
En la expresión amorosa o anímica de Machado, irán
apareciendo rastros del frailecillo San Juan de la Cruz o Juan de Yepes para
decir:
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería,
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, señor contra la mía,
Señor, ya estamos solos m i corazón y el mar.
Asume la oración de san Juan de la Cruz y la presencia
del agua que presenta Manrique en su poema y ya expone en sus apócrifos:
Hay dos modos de conciencia/una es luz, y otra es
paciencia/ una estriba en alumbrar/ un poquito el hondo mar.
La metáfora como insinuación no se pierde nunca en
la obra de don Antonio, es más, no sería tan importante si ante ella no
viésemos más claro el sentido de su pensamiento
El agua y la oscura presencia del alma nos la ofrece
cuando nos expone: “anoche soñé que oía/a Dios, gritándome ¡alerta! /luego era
Dios quien dormía/y yo gritaba¡ despierta!
Antonio Machado se puede definir como: “La palabra
en el tiempo y el espacio”. Se aferra a la mar como al silencio de quien
creemos tiene el poder universal de la creación como esencia y pregunta, se
pregunta, una y otra vez por el sentido de la ignorancia ante el origen de la
vida tomando como palabra infinita la plenitud del universo, pero también el
mar.
Sigue pensando como Juan de Yepes y penetra en su
pensamiento con el sentido estético de la presencia manriqueña y se siente otra
vez ante la pregunta de la religiosidad vigente:
No puedo
cantar ni quiero
A ese Jesús
del Madero´
Sino al que
anduvo en el mar.
El fariseísmo de la cultura impuesta o la
religiosidad oficialista no le convencen, quiere más, quiere el milagro de una
vida que oculta con una parafernalia ferial lo que en realidad debía ser un
ente religioso-social sin que para llegar a él tuviese que ser una fiesta
pagana.
Por eso nos dice a través de Abel Martín:
“las masas humanas son una invención de la
burguesía, una degradación de las muchedumbres en los hombres”
Para seguir en la misma oración exponiendo:
“El concepto de masas aplicado al hombre, de origen
eclesiástico y burgués, lleva implícita la más anticristiana degradación de
nuestro prójimo que cabe imaginar”
Por eso nos atrevemos a decir que la obra machadiana
es meditación en el tiempo y, cómo no, esencia asumida de una tierra bendecida
por su belleza que se nos pasa de largo sin que seamos conscientes de lo que
nos ofrece.
De lo firmado en San Lucas de Barrameda donde va en
busca de su hermano José nos dice: Antes que salga la luna/ a la vera de la
mar/dos palabritas a solas/ contigo tengo que hablar.
O como le susurra en el lado amoroso a Guiomar:
“solo tu figura, /como una centella blanca/ en mi
noche oscura/. Y en la tersa arena/ cerca de la mar/ tu carne rosa y morena/
súbitamente Guiomar.!
Creemos que la vida de don Antonio se compone de su
solidaria aportación al mundo del pensamiento y del resultado ético y estético
con el que jugó su conducta a la hora de conjugar su vida con su obra pues todo
aquel que piense como él debe ser coherente anta lo que ofrece y su conducta,
por eso nos dice:
XCVII
(RETRATO)
Mi
infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi
juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi
historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un
seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de
hospitalario.
Hay en
mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más
que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro
la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no
amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño
las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A
distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy
clásico o romántico? No sé.
Dejar
quisiera mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa
por la mano viril que la blandiera,
no por
el docto oficio del forjador preciada.
Converso
con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un
día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me
enseñó el secreto de la filantropía.
Y al
cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el
traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan
que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de
equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la
mar.
El mar, la presencia del amor, lo esencial de la
mística poética moderna y lo social, hacen de nuestro poeta un referente
universal que, descansando en Collioure, vuestra tierra, ofrece tras su viaje a
esos “ríos” y a esa “noche oscura”, la presencia del hombre en las letras para,
amando a estas, conjuguemos el arte de la palabra con la solidaria voz de la
poesía, poesía con mayúscula.
ANTONIO CHECA
[1]
Charla a los alumnos de bachillerato de San Juan de Luz
(Francia), en intercambio con los del Instituto Santísima Trinidad de Baeza, impartida
en octubre de 2013.