ESPAÑA Y LA GUERRA : LA POLÍTICA INTERNACIONAL
COMO COMPENDIO DE LA REFLEXIÓN DE ANTONIO
MACHADO
JUAN
IGNACIO TORRES MONTESINOS.
Introducción
Cuando en
1912 llega Antonio Machado a Baeza, en un momento emocional, como se sabe,
bastante delicado, no podía intuir que aquella ciudad, sus paisajes y sus
gentes, “la realidad española”, como bien dice Tuñón de Lara, iban a provocar
en él uno de los períodos más fecundos de su actividad literaria, bien como
canto de un luminoso paisaje, bien como reacción en contra de una de las dos
Españas, la que mira hacia el pasado como todo futuro, afincada todavía en
ciertos valores feudalizantes, o bien en otras varias direcciones. (Chicharro,
2009: 13).
La cita recoge rasgos
característicos de la poética de Antonio Machado en su periodo baezano: la
fecundidad artística del poeta y el reflejo de la realidad española en su obra,
que se suman a la confluencia de memoria histórica e ideología pues, como añade
Chicharro,
Machado traía en su maleta un
proyecto poético, una memoria histórica y unos materiales ideológicos que
inconscientemente lo constituían, bagaje éste que en relación con ese trozo
andaluz de la realidad española dio como resultado una producción
verdaderamente importante. (Chicharro, 2009: 13).
Fechado en Madrid en mayo de 1916,
en el ecuador de la
Primera Guerra Mundial y de su estancia en Baeza, Antonio
Machado escribe el artículo España y la Guerra para la revista La Nota de Buenos Aires. A pesar de que España
había declarado su neutralidad al inicio del conflicto, Emilio La Parra afirma que “un
acontecimiento exterior, la Primera Guerra
Mundial, alteró el curso de la política española e inició un nuevo tiempo […]
la pugna entre germanófilos y aliados atravesó la escena española y ganó en
profundidad a medida que avanzó la contienda, agudizando y transformando las
fracturas internas ya existentes” (La
Parra , 1998: 427).
Antonio Machado fundamenta su apoyo a Francia y los aliados en la
vigencia de los principios emanados de la Revolución Francesa
de 1789. El poeta declara: “Hoy defendemos como causa propia la causa de los
aliados” (Machado, 2001a: 405). Para los intelectuales aliadófilos,
se trataba de una lucha moral y
política en trono a principios universales: la justicia, la libertad y la
democracia, cuyos abanderados británicos y franceses peleaban contra el
militarismo agresivo y el autoritarismo de Alemania y Austria-Hungría. La civilización
contra la barbarie. (La Parra ,
1998: 428).
España y la guerra. Diálogo entre
textos machadianos
En el
conjunto de la obra machadiana, el tema de la
Gran Guerra había sido
abordado en otros textos; de ahí el análisis intertextual que se propone en
este epígrafe.
En 1915, Machado se une a otros
pensadores aliadófilos en el Manifiesto
de Adhesión a las Naciones Aliadas con el objetivo de que “España no se
desarticule del curso de los tiempos” puesto que
Estamos ciertos de cumplir un deber
de españoles y de hombres declarando que participamos, con plenitud de corazón
y juicio, en el conflicto que trastorna al mundo. Nos hacemos solidarios de la
causa de los aliados, en cuanto representan los ideales de la justicia,
coincidiendo con los más hondos e ineludibles intereses políticos de la nación.
(www.filosofia.org/hem/dep/esp/9150709b.htm)
Con anterioridad, en una carta dirigida a Miguel de Unamuno el día 16
de enero de 1915, Antonio Machado escribe desde Baeza:
Yo también,
en el fondo, acaso sea francófilo. […] La otra Francia es de mi familia y aun
de mi casa; […] todos pasaron la frontera y amaron la Francia de la libertad y
del laicismo, la Francia
religiosa del affaire y de la
separación de Roma en nuestros días. Y ésa será la que triunfe, si triunfa, de
Alemania. (Machado, 2001a: 380-381).
Machado evoca la nostalgia del viaje a Francia como descubrimiento y
reafirmación familiar de ideales políticos ya que Francia, escenario del affaire Dreyfus, es entendida como
refrendo de libertad y laicismo. El poeta añade su visión de la política
española de neutralidad: “Nuestra neutralidad hoy consiste en no saber nada, en
no querer nada, en no entender de nada […] Es verdaderamente repugnante nuestra
actitud ante el conflicto actual.” (ibid:
381).
Durante su estancia en Baeza, la creación poética también recoge la
preocupación de Machado por la realidad que vive. Luis García Montero indaga en
este sentido:
El poder
descriptivo de alguno de los mejores poemas de Campos de Castilla consigue al mismo tiempo nombrar de modo literal
la realidad y exponer pudorosamente la intimidad del poeta, la relación del
hombre con su tiempo, a través de un lenguaje comedido, unas cuantas palabras
verdaderas. (García Montero, 2009: 20).
No sólo ilustra la poesía de Campos
de Castilla “la relación del hombre con su tiempo” sino que reformula el
concepto de paisaje como reconstructor de la identidad nacional. El
acontecimiento y paisaje históricos de la
Gran Guerra son
incorporados al pensar poético machadiano. En los versos finales del poema Los Olivos (II) se lee:
Esta piedad erguida
sobre este burgo sórdido, sobre
este basurero,
esta casa de Dios, decid, oh santos
cañones de Von Kluck, ¿qué guarda
dentro?” (Machado, 1987: 213).
La
apelación a los “santos cañones de Von Kluck” introduce en el poema al general
alemán cuyo cerco infructuoso en torno a París propició la contraofensiva
aliada calificada como “el milagro del Marne” en España y la Guerra
(Machado, 2001a: 408).
En Los Olivos (II), Machado historifica el poema situándolo en un
tiempo histórico concreto al añadir un personaje de la
I Guerra Mundial (Von Kluck) al paisaje
poético. Tiene lugar asimismo la poemización
de la Historia. Poemización
objetiva al convertir a Von Kluck en personaje del poema y poemización subjetiva
dado que el yo poético accede a la realidad histórica. El poema no es sólo vía
de conocimiento histórico para el poeta sino ámbito contrastable de opinión. En
este sentido, Cerezo Galán se refiere al tránsito “del paisaje como estado del
alma al paisaje como vía de penetración en la historia y de acceso a la
realidad social.” (Cerezo, 1975: 506).
En esta yuxtaposición de paisajes, el poderío militar alemán y su
irrupción en el poema sugiere que la guerra lejana sigue su curso, aun cuando
la vida de poblaciones cercanas a Baeza no parezca verse afectada por el
devenir de la contienda.
El paisaje contrapuesto a Von Kluck no es el típico de Castilla. Por
ello, la identificación con el paisaje no presenta un rasgo esencialista sino
que la vinculación con el mismo es la que aportan los olivareros de la
provincia de Jaén con su actividad laboral; por tanto, el rasgo sustantivo es
de naturaleza socioeconómica antes que de adscripción identitaria o espiritual.
La coexistencia de paisajes en el poema es exponente del cambio en el
pensamiento machadiano. El paisaje deja de ser la esencia cultural inmutable
sobre la que reconstruir la identidad nacional.
La poemización de la
Historia se encuentra también presente en los versos del
poema España, En Paz, fechado en Baeza,
el 10 de noviembre de 1914, Machado describe el panorama bélico:
el fino Norte…
Medio planeta en armas contra el
teutón milita…
¿Y bien? El mundo en guerra y en
paz España sola…
Salud, paz española,
si no eres paz cobarde, sino desdén
y orgullo. (Machado, 1987: 241-242)
Deplora
la guerra: “La guerra es mala y bárbara […] Es bárbara la guerra y torpe y
regresiva; / ¿por qué otra vez a Europa esta sangrienta racha/ que siega el
alma y esta locura acometiva?”, (Machado, 1987: 242).
El poeta ensalza la paz a pesar de que pueda responder a una política
de neutralidad timorata (pues no vislumbra que la neutralidad española sea
consecuencia de una política internacional decidida). Por eso, alaba que España
no participe en el conflicto.
No existe contradicción entre su voluntad aliadófila y este deseo de
paz. Su apoyo a los aliados se basa fundamenta en la aceptación por parte del
poeta de unos valores; dichos valores están representados por los aliados. De
hecho, Machado reconoce que si Francia no representara dichos valores, se
declararía neutral.
El poema contiene una alusión a un Quijote que no responde a la
metáfora cultural de la tradición esencialista española sino que revela la
actitud del Estado ante un episodio de política internacional (I Guerra
Mundial) en el que España no participa por haber declarado su neutralidad:
“parece que el hidalgo amojamado y seco / entró en razón y tiene espada en la
cintura” (Machado, 1987: 242-243).
En ambos poemas (Los Olivos
y España, en Paz), el paisaje se
agota como rasgo noventayochista de formación cultural de la identidad
nacional. Adquiere un matiz introspectivo de acercamiento a la realidad
histórica circundante y recoge la opinión de Machado sobre el conflicto y su
influencia en la realidad española. Como resalta Inman Fox, Antonio Machado
en Soria se identifica con las
tierras castellanas como símbolo de la historia de España y el espíritu español
defraudado. Sentir a Castilla es la manera más directa y mejor de sentir a
España. […] (Inman Fox, 1997: 152).
A partir
de la evolución de sus años baezanos, el paisaje es contemplado como territorio
histórico y ubicación de la comunidad política. Los poemas de Campos de Castilla suponen “la
ampliación de los temas sociales y la toma de conciencia política y
nacionalista” (Inman Fox, 1997: 152); si bien en un sentido “nacionalista”
disímil al propugnado por la
Generación del 98.
Antonio Machado marcha de Baeza en 1919. En tal fecha y lugar, vuelve
a poemizar sobre los acontecimientos de la Primera Guerra
Mundial, esta vez sobre el desenlace:
cayeron las altas torres;
en un basurero están
la corona de Guillermo,
la testa de Nicolás!” (CLXI.
LXXXIII) (Machado, 1987: 280).
Aproximación a las reflexiones expuestas en España y la guerra
España y la guerra está lejos de ser un artículo
coyuntural sobre la Primera Guerra
Mundial. Machado supera la transitoriedad del episodio bélico y aporta un hito
en la esencia y evolución de su pensamiento político. El contenido de tales
reflexiones se centra en la crítica a la posición de Alemania, las referencias
a España y, señaladamente, el apoyo a Francia y los aliados.
Crítica de la nación alemana
¿Que existe una parte de opinión española
marcadamente germanófila? Sin duda. No es menos cierto que este elemento no
representa la clara conciencia de España.” (Machado, 2001a: 408).
Sensu
contrario, son los defensores de los aliados quienes
representan la conciencia española o, cuando menos, quienes desean vincularse a
estas naciones para “encauzar la vida española por senderos de libertad y
progreso.” (Machado, 2001a: 411).
En
términos generales, la crítica se dirige a un pangermanismo que “reduce su horizonte espiritual a las fronteras
de su imperio” (Machado, 2001a: 407) y que, al contrario que Francia, no
propone principios de validez universal.
En la refutación de la posición de Alemania en el conflicto, Machado
interpela a los pensadores alemanes, particularmente Fichte y Eucken. Fichte
había defendido los postulados de la Revolución Francesa
en la Contribución a la Rectificación de los
Juicios del Público sobre la Revolución Francesa (1793). Machado alude a
su “pangermanismo exaltado”, crítica implícita de que su teoría nacionalista,
elaborada desde la decadencia de la nación (tema seminal del razonamiento de
Machado), propone un concepto identitario disímil al que Machado deja entrever
en España y la Guerra.
La cita de Fichte representa el
diálogo con la tradición alemana clásica, completada con otra breve mención al
“prusianismo” de Hegel y, señaladamente, con la perspectiva kantiana subyacente
en el artículo. Si dicha cita es diálogo con la tradición, Machado acude a las
opiniones de Rudolf Eucken para debatir coetáneamente con los pensadores
alemanes. Expone la advertencia del filósofo sobre la preponderancia de la
técnica y las indeseadas consecuencias que el devenir germano puede tener en la
sociedad y el individuo de su tiempo.
En el fondo, España y la Guerra es una
reflexión, desde la óptica kantiana, sobre la sociedad y el individuo, en
particular, de la articulación social de la libertad individual.
Al igual que ocurría con Fichte, la mención a Eucken encierra otra
vertiente que es preciso comentar. El pensador alemán fue uno de los firmantes
del Manifiesto de los 93, proclama en
la que intelectuales alemanes defendían en 1914 la participación de su país en
la guerra en términos de supervivencia y defensa de su civilización. Rechazaban
la idea, contenida en España y la Guerra , de que Alemania
actuaba desde un planteamiento invasor. Joaquín Abellán estima que
la primera guerra mundial significó
para todas las capas sociales alemanas un punto de inflexión en su conciencia
nacional. […] La guerra puso de manifiesto, por primera vez de manera
inequívoca, que en Alemania se había formado una comunidad nacional […] unida
por la voluntad de defender la patria. […] desde su comienzo, muchos alemanes
entendieron la guerra […] como una lucha entre la civilización occidental y la
cultura alemana. (Abellán, 1997: 118-120).
En España y la Guerra ,
Machado señala que “Alemania se limita a confeccionar una máquina guerrera de
suprema eficacia para la violencia” (Machado, 2001a: 407) .En un texto de 1938
correspondiente a Juan de Mairena,
Machado alude a Alemania señalando que es la “gran maestra de la guerra”
(Machado, 2001b: 250). Pareciera como si en estas citas que abarcan más de dos
décadas, se hubiese establecido una continuidad de reflexión histórica que
situara a Antonio Machado junto a aquellos historiadores que tiempo después
considerarían el periodo 1914-1945 como una época de guerra civil en el continente europeo, más duradero incluso que el
periodo de guerra civil europea,
extensible sólo a la I Guerra
Mundial, definido por, entre otros, Eugenio D’Ors (a la cabeza de Asociación de
Amigos de la Unidad Moral
de Europa).
El análisis de la posición
alemana se corresponde con la situación de decadencia en España. La
predilección germanófila de buena parte de la sociedad española obedece a la
errónea consideración de que “los Imperios centrales y el gran Turco aparecen a
sus ojos como el armado brazo de Dios” (Machado, 2001a: 409). Machado culpa al
sesgo “rural y femenino” de la “masa española” (con la influencia ejercida por la Iglesia ) y lamenta que los
españoles tengan miedo al espíritu, al ansia de libertad, procedente siempre de
Francia.
La decadencia de España y la superación del 98
La
reflexión de Antonio Machado sobre la decadencia de España retrotrae al
discurso noventaochista. Cerezo Galán considera que “el desastre del 98 hay que
tomarlo como un hecho simbólico en la medida en que denuncia la descomposición
de la “idea” imperialista de España” (Cerezo, 1975: 488). Bellver apunta que
“la neutralidad de la impotencia […] también lo era de la carencia absoluta del
espíritu español. (Bellver, 1916: 86).
Cabe afirmar que, tras el desastre, la Generación del 98 había propuesto no una creación
sino una reconstrucción de la identidad nacional sobre bases culturales. La
identidad nacional ya estaba configurada puesto que el Estado tiende a
construir una nación sobre la que sustentar su acción e identidad.
En esta línea, Ferrán Archilés destaca que “la crisis del 98 no
provocó el colapso del Estado ni la crisis del sistema regeneracionista. Lo que
sí provocó fue la necesidad de redefinir la manera de entender y de representar
la identidad nacional.” (Archilés, 2007: 130). Archilés concluye que “por todo
ello, el “legado del 98”
que debemos explorar muestra una nación sometida sin duda a un intenso desafío
identitario, pero no a una nación sin identidad.”
La base cultural del 98 se sustentaba en la idea de Castilla como
continente y encarnación de la llamada “alma española; [es decir] una
concepción cultural de la nación esencialista y de base castellanista” (Archilés,
2007: 130). Al intento de reconstrucción sobre motivos culturales se unía el
hecho de que los intelectuales del 98 eran conscientes del fracaso de la
política y recurrían al ideal paisajístico, inmutable por no sujeto a los
vaivenes de la política. El paisaje era susceptible de ser necesariamente
mitificado en pos del impulso cultural que redefiniera los fundamentos
identitarios.
Pineda Novo afirma que “en Baeza se forma la conciencia nacional de
Machado” (Pineda, 2009: 167). En Campos
de Castilla, Machado manifiesta su evolución desde el nacionalismo cultural
(impulsado tras la lectura de Castilla de
Azorín) hasta la incorporación de los principios de 1789. En lo concerniente al
periodo baezano de Machado, Miguel Ángel García señala:
Conviene tener presente desde el
inicio que la suya es una posición muy específicamente dialéctica entre la ideología
perqueñoburguesa en crisis del Noventayocho (Unamuno y Azorín) y la ideología
liberal burguesa, reformista y prerrepublicana de Ortega […] No de otro modo el
Machado de los años decisivos de Baeza va a situarse en la coyuntura histórica
en que se produce la sustitución de una mitología nacional (la inicialmente
destructora, pero luego
atascada, del Noventayocho) por otra (la constructora de Ortega). (García,
2009: 432).
En España y la Guerra ,
la posición “específicamente dialéctica” de Antonio Machado viene dada por la
incorporación de los principios de la Revolución Francesa
a la reflexión característica de la
Generación del 98 sobre la identidad de la nación.
La particular superación del 98 en España y la Guerra
Tuñón de
Lara enuncia la superación del 98 por parte de Machado en función de la
evolución estética apreciable desde la publicación en 1912 de Campos de Castilla. Shaw manifiesta que
“en la poesía de Machado se aprecia un cambio muy notable después de las poesías
añadidas a la primera edición de Campos
de Castilla, la mayoría de ellas publicadas entre 1912 y 1916.” (Shaw, 1975: 235). De
este modo, el paisaje abandona su esencialismo; no cimenta la reconstrucción
identitaria y tampoco soluciona los problemas prácticos que acucian en el plano
internacional. El poeta es consciente de su evolución y de la significación de Campos de Castilla en este aspecto.
Miguel Ángel García sostiene:
En estos textos que alcanzan
cohesión significativa en torno a Campos
de Castilla (1912) y a lo que será su conformación final, la posición de
Machado se encuentra lejos de las derivaciones noventayochistas presentadas
como “clásicas” o típicas por la historia literaria. Claro que la comunidad
ideológica con ese mundo subsiste. No en vano, Machado señala en 1917 que en lo
referente a este segundo libro ya era otra su “ideología”, cuando se orientaron
sus ojos y su corazón “hacia lo esencial castellano”, una expresión que nos
remite otra vez a la búsqueda esencialista de la identidad nacional que
funciona en el Noventayocho. (García, 2009: 436-437).
La reclamación del valor de los principios de la Revolución de 1789 no
sólo es una razón justificadora de una postura ante la Gran Guerra. En el pensar
político de Antonio Machado acarrea la superación del 98 con el lógico abandono
del intento de reconstrucción de la identidad nacional sobre criterios
culturales.
La
incorporación dialéctica de los principios de 1789
La
identidad nacional inmutable aparecía en A
Orillas del Duero (XCVIII), poema de Campos
de Castilla, con la apelación al pasado en la figura del Cid:
Castilla no es aquella tan generosa
un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar
volvía,
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia
(Machado, 1987: 138).
Machado abandona el intento de reconstrucción identitario basado en la
esencia cultural del paisaje, lo sustituye por la adopción de unos valores y la
actuación en política internacional que la vincule con una comunidad jurídica
de naciones orientada a la consecución de la paz como justicia, en concordancia
con los postulados de Kant sobre la paz perpetua.
El artículo de Machado no es una mera adaptación de los principios de la Revolución Francesa
a la reflexión sobre la identidad cultural propuesta por la Generación del 98. La incorporación de los
valores franceses desvirtúa la esencia del pensamiento noventayochista y
consagra la evolución machadiana; abandona la visión “paisajística” de la
identidad nacional y propone una idea construyente
de la identidad nacional reconstruida sobre la base de la actuación del Estado.
Los problemas de la
España de la época no serán paliados con el recurso al
inmutable paisaje castellano como anclaje e imaginario cultural de la nación.
No se precisaba de una regeneración ad
intra de la nación en torno a sus mitos (para oponerlos a otras tradiciones
nacionales culturales) sino la participación de España en el concierto de las
naciones como condición para el progreso y la justicia.
El apoyo a Francia y la incorporación de los principios
de la Revolución
En la
poética machadiana, España y la Guerra vincula a su
autor con los aliadófilos, “representantes de la tradición liberal y tolerante,
enemigos del espíritu prusiano y, en consecuencia, simpatizantes de lo que
Francia significaba en el mundo de la cultura” (Abellán, 1991b: 93).
La predisposición de Antonio Machado se sustenta en la admiración “por
lo yo que estimaba más hondamente francés: el espíritu de libertad y de
universalidad, que tuvo su expresión suprema en la gran Revolución.” (Machado,
2001a: 404). En esta línea, Unamuno, en enero de 1917, afirma: “Esta guerra es
algo así como una nueva revolución francesa; es como una revolución más bien
europea.” (Abellán, 1991b: 104).
España y la Guerra comienza con una alusión a Action Française, movimiento político
surgido en 1898 tras el denominado affaire
Dreyfus y al que Machado califica de “reaccionario” (Machado, 2001a: 403).
No se trata sólo de la calificación a un grupo político sino de una somera
autodefinición política del poeta.
La significación del caso Dreyfus en la biografía de Antonio Machado
es descrita en páginas autobiográficas de 1931: “De Madrid a París a los
veinticuatro años (1899). París era todavía la ciudad del “affaire Dreyfus” en
política.” (Machado, 1987: 65).
En España y la Guerra , Machado habla
de “la Francia
vital [que] continuaba la obra de la Revolución , del affaire Dreyfus, del laicismo en la enseñanza, de la separación de
Roma, de la libertad, en suma.” (Machado, 2001a: 408). El asunto Dreyfus
constituye la representación de los principios que Machado defiende y el
acontecimiento histórico que lo une a Francia, a la tradición de 1789 (libertad
y laicismo) y a la función de los intelectuales en la sociedad.
Machado razona su apoyo sobre el “espíritu de libertad y
universalidad”. Esta declaración se acompaña en el artículo con la cita al
escritor francés Romain Rolland: “Un gran pueblo no se venga: restablece el
derecho” (Machado, 2001a: 407).
Con tales premisas, Machado traslada el pensar sobre la libertad al
ámbito político y adopta una perspectiva kantiana. Es, por tanto, en el ámbito
kantiano donde se centra el análisis de España
y la Guerra ,
no en vano Machado relataba que leía la obra de Kant durante su estancia en
Baeza. Cerezo Galán apunta que “la influencia de Kant en este
período iba a ser decisiva para abrirse a una metafísica de la libertad”
(Cerezo, 2012: 7), no en vano el propio poeta reconocía la obra de Kant entre
sus lecturas baezanas.
Immanuel Kant define el derecho como “conjunto de condiciones por las
que el libre arbitrio de uno puede concordarse con el de los demás según una
ley general de libertad” (Touchard, 1993: 381). Como apunta Jean Touchard, la
“definición dimana, por una parte, de la autonomía de la voluntad y del reino
de los fines, y, por otra, transcribe la fórmula de la Declaración de
Derechos de 1789.”
En las declaraciones normativas de la Revolución
Francesa , la libertad se formula en el artículo 2 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de
26 de agosto de 1789: “la finalidad de toda asociación política es la
conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos
derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la
opresión.” (Artola, 1986: 104).
En un tenor similar, la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
de 24 de junio de 1793 establecía en el artículo 6 que “la libertad es el poder
que pertenece al hombre de hacer todo lo que no dañe a los derechos de los
demás: tiene como fundamento la naturaleza; como regla, la justicia; como
salvaguardia, la ley; su límite moral está en esta máxima: No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti.” (ibid: 108).
Por lo que a la universalidad se refiere, Machado, en un texto de
1922, entiende que la universalidad es “el sentido de lo íntegramente humano.”
(Machado, 2001a: 477)
Kant
asocia universalidad e igualdad. La universalidad (de la moral supeditada al
derecho) “lleva consigo la igualdad de todos los individuos en tanto que
sujetos morales” (Touchard, 1993: 381).
De ambas
afirmaciones, la universalidad se deduce como un criterio de imbricación de lo
individual y lo social, y de interpretación de la libertad a la luz del
arbitrio individual y de su componente social. Este argumento es ilativo del
paradigma político de Platón. Para explicarlo, García Gual cita la expresión de
Koyré:
La ciudad no es un conjunto de
individuos, sino que forma una unidad real, un organismo espiritual, y de ahí que entre su constitución, su estructura y la
del hombre exista una analogía.
(García Gual, 1990: 121).
La afirmación refleja la ósmosis entre sujeto y comunidad política. Es
asimismo indicativa de la vinculación de las categorías donde se mueve la
libertad. E introduce una idea de espíritu alejada del intangible que trata de
recrear la identidad nacional con sustento cultural.
La referencia al pensamiento
platónico no es ajena a España y la Guerra.
En su defensa de
Francia, Machado considera que “en esta guerra Francia representa el ideal
platónico o, si os place mejor, cristiano, que lleva a las naciones, como a los
individuos, a vivir para la justicia” (Machado, 2001a: 405), idea que insiste
en la concepción finalista del derecho ya reseñada.
Este pasaje del artículo traba relación con la idea de fraternidad,
parte de la consigna revolucionaria de “libertad, igualdad y fraternidad”. Sin
embargo, la fraternidad adquiere otro cariz en el pensamiento machadiano, ajeno
a la definición política. En un discurso de 1922 sobre literatura rusa, Machado
asocia la fraternidad a la idea de universalidad. Sin renunciar al significado
de “lo íntegramente humano”, adquiere un significado más acorde con la armonía
humana que con un principio político vertebrador de la comunidad política. De
ahí que lo equipare con el cristianismo; si bien un cristianismo más
“tolstoiano”, basado en la opinión machadiana de religiosidad del pueblo y sin
soslayar el laicismo como separación entre Estado e Iglesia.
De ahí
que su alabanza a Francia reconozca “la obra desromanizadora realizada en Francia” (ibid: 409), contrapuesta a la concepción vaticanista del catolicismo español y contraria al concepto de
ciudadanía.
Retomando la vertiente
kantiano-machadiana del presente análisis, el pensador de Königsberg recoge los
derechos del hombre en el artículo primero de Sobre la Paz Perpetua :
libertad, igualdad y ciudadanía. Por lo que a la ciudadanía se refiere, a su
raigambre kantiana Machado añade un matiz presente en su artículo titulado Sobre la Pedagogía (1913):
de los dos elementos que nos mueven
que nos empujan, nos mueven o nos arrastran a un porvenir catastrófico están
ausentes la ciudadanía. […] Estos elementos son la política y la Iglesia.
(Machado, 2001a: 322).
Machado
aboga por una ciudadanía pedagógica,
tributaria de la Institución Libre
de Enseñanza, en la que la pedagogía poseía un carácter formador de ciudadanos
y de transformación de las estructuras sociales renuentes a la libertad y el
progreso.
Gellner se refiere a Kant y afirma
que “veneró lo que de universal hay en el hombre, no lo específico y tampoco lo
culturalmente específico.” El enunciado
engarza con el recuso machadiano a los principios de la Revolución Francesa
y supone dejar de lado lo culturalmente específico del pensamiento nacional de la Generación del 98 y
abogar por la universalidad. Enmarca asimismo a Machado en una tarea de
pensamiento remontable hasta, Locke, Rousseau, Montesquieu (citados en el
artículo) y el legado de la
Ilustración.
Acudiendo a la definición de siglo
largo que el historiador Eric Hobsbawn hace del siglo XIX, iniciado en 1789
y finalizado en 1914, la escritura de España
y la Guerra
representa un gozne en la historia del siglo
largo. Machado escribe durante al conflicto de 1914 en apoyo de uno de los
contendientes y en función de los principios consagrados en 1789. No obstante,
en 1930 Machado, miembro fundador de la Liga Española de los Derechos
del Hombre en 1913, señala: “no basta invocar la ciudadanía. La última gran
Revolución no invocó los derechos del ciudadano, proclamó los derechos del
hombre” (Machado, 2001a: 618). La
reflexión contenida en España y la Guerra se proyecta como
antecedente de la evolución posterior de la poética machadiana.
En la coyuntura específica de 1916, el apoyo a Francia encuentra su
vertiente simétrica en la equiparación de dos “naciones iguales” contenida en
el discurso pronunciado por Henri Bergson en Madrid en mayo de 1916. El
filósofo declaró que
ninguna nación [Francia] está mejor
dispuesta para comprender la vuestra, para simpatizar con las corrientes de
pensamiento y de sentimiento del alma española […]puesto que España y Francia
eran naciones nobles que “conservan
el ideal caballeresco, que antepone el derecho a la fuerza, que cree en la justicia
y conoce la generosidad. (García Morente, 1972: 16-17).
La propuesta kantiana en España y la guerra
El recurso a la afirmación de
Romain Rolland sobre el restablecimiento del derecho frente a la venganza
presentaba un carácter coyuntural evidente: finalizar la Primera Guerra Mundial y crear
un orden entre Estados que evitara ulteriores enfrentamientos. En el marco
teórico, se tendía al establecimiento de “sociedad jurídica cosmopolita”
(Colomer, 1991: 288) según el paradigma de Immanuel Kant en Sobre La Paz Perpetua.
Implicaba
el traslado al ámbito interestatal de la cuestión de la libertad individual,
confluyendo ésta en la justicia como “criterio de los fines”[1]
en el seno de la sociedad internacional. Por consiguiente, la finalización de la Primera Guerra
Mundial debía generar un orden jurídico cosmopolita.
Walter Benjamin teoriza en Crítica
de la Violencia
(1920) sobre el “carácter de creación jurídica” de la violencia. (Benjamin,
2011: 96) El derecho se comporta en función de la violencia que lo ha fundado
(fuerza latente), generando un orden normativo con tensiones intrínsecas. Difiere,
en este sentido, de la teoría de Hobbes (en la raíz del paradigma kantiano de
la paz perpetua) en la que la violencia del estado de naturaleza era solventada
a posteriori con la paz del pacto
social.
La propuesta kantiana resolutoria
del estado de naturaleza/Primera Guerra Mundial beneficiaba asimismo a España
pues la adopción de los principios conducentes a dicho status quo redundaría en libertad y progreso.
En la reflexión sobre España y la Guerra , el objetivo
final de la paz perpetua entrañaba un nuevo paradigma sustitutivo de la
reconstrucción de la identidad nacional sobre bases culturales. Apelar al
derecho y dejar atrás la concepción del paisaje no supone tampoco la adopción
de una identidad nacional anclada exclusivamente en la ley de la nación, a
tenor de la teoría de Sièyes[2].
Se trata, en definitiva, de que la
identidad nacional se gesta en función de la adopción de una serie de
principios y la consecuente actuación por parte del Estado. No es el Estado
sino la “sociedad cosmopolita” kantiana quien origina la “comunidad de leyes”
sin crear una base identitaria.
El artículo de Machado considera que la libertad y el progreso de
España serán consecuencia del apoyo a Francia y los aliados en la Primera Guerra Mundial por
representar éstos determinados valores. Machado no renuncia en el artículo a la
validez del paisaje pero lo despoja de la intención identitaria. En una
coyuntura de decadencia nacional, el poeta propone que España (el Estado)
busque en su política (internacional, en este caso) los anclajes identitarios
correspondientes.
El desideratum de Machado
contrasta con la opinión del poeta en Juan
de Mairena en 1938, evidenciando el fracaso de la Sociedad de Naciones por
la imposibilidad de lograr “la paz como imperio de la justicia” (Machado,
2001b: 345).
Como apostilla, cabe indicar que, en 1916, Romain Rolland, para quien
Europa constituía una exigencia moral y espiritual, cifraba sus esperanzas en
Estados Unidos a la hora de solucionar el conflicto.
La concurrencia de pareceres propuesta en España y la Guerra permite vislumbra la
merma del protagonismo de Europa como sujeto histórico, la eclosión de otros
actores en el escenario internacional y, a la postre, el cambio de paradigma en
las relaciones internacionales de la época.
Conclusión
El compendio del pensamiento machadiano se organiza en tres
directrices: la forja de la identidad nacional, la vigencia de los valores de la Revolución Francesa
y las relaciones del Estado con sus pares desde el planteamiento teórico de La Paz Perpetua.
En definitiva, España y la Guerra refleja la
evolución estética de Antonio Machado incorporando su pensamiento político, lo
que permite “llevar la contraria” al propio poeta cuando, en Juan de Mairena afirmaba: “Soy yo el
primer convencido de mi insignificancia como escritor político.”
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2012
[2] Sièyes establece que la nación es “un cuerpo de
asociados que viven bajo una ley común.” (Touchard, 1993: 359)
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El presente artículo forma parte del libro Antonio Chicharro (ed.), Antonio Machado y Andalucía, Sevilla, 2013, pp. 545-566.