LA QUEMA DE LIBROS
SALVADOR PERAN MESA
En el prólogo del Quijote, Cerbantes
enfrenta erudición a creación planteando que una cosa es recoger ideas ajenas y
otra aportar nuevas. En las explicaciones que da en el texto sobre la
bibliografía utilizada para escribir el libro enreda con la presencia del
segundo autor y, siempre que puede, le achaca a Cide Hamete Benengeli las
imprecisiones de la verdadera historia. Esa inseguridad sobre referencias
sugiere una dualidad de lectura de la que se podría sonsacar el trasfondo de la
espinosa escena de la quema de libros, ya que nada es lo que parece. Aún
interpretándola como parodia de la que organizó Cisneros en la plaza
Bibarrambla de Granada, donde también hubo purga de la que se salvaron libros
de medicina, siempre me ha resultado difícil aceptar la hoguera literaria,
viniendo de alguien que se dice aficionado a leer todo lo que cae en sus manos “aunque sean los papeles rotos de las calles”. No
acabo de entender que el chiste se imponga a la realidad que rebaja a Cerbantes
al nivel de inquisidores y represores habidos y por haber. Su admirado
Lazarillo relata el proceder tramposo del quinto amo, vendedor de bulos que
germinan en la ignorancia del pueblo como milagros oportunistas; deux ex
machina reutilizado por Valle Inclán en Divinas palabras. No sé si a esas alturas Cerbantes intuía el final del personaje,
pero es posible que a la larga le escociera el episodio como a Lázaro su mala
despedida del ciego. El desasosiego desaparece en parte si, como piensa Miguel
Carreño, lo que quemaron el Cura y el Barbero fue el alma de don Quijote.
Sin el soporte formal de sus libros el hidalgo tiene licencia para actuar como un predicador de andar por casa, alejado del compromiso académico que obliga a manejar referencias reconocibles en la república de los sabios. Tras la quema de la biblioteca, Alonso Quijano se recicla en el Caballero de la Triste Figura con el patrimonio de su imaginación por bandera sin necesidad de justificar lo que dice o lo que hace. Tampoco hay necesidad de justificar el mal encuadre del pensamiento delirante del personaje con la sequedad de cerebro diagnosticada por el autor si al final el fuego se le llevó el alma.
La percepción que se tiene de la vida se genera a partir de información recibida como analógica con altibajos de muchas variables que, a pesar de lo fraccionario (se oye, se huele, se ve, se siente), ofrece sensación de continuidad, aunque la señal procesada venga en código digitálico soportada en valores discretos de dos variables: lo que es y lo que pudo haber sido y no es, con lo que cada momento es un empezar.
No obstante, hay pasos decisivos en los que se elige una opción en las eternas bifurcaciones que ofrece el destino como le ocurrió a Edipo en la encrucijada de la entrada de Tebas. Exagerando los términos, la cultura de occidente pudo haberse decidido en un encuentro virtual entre el trío de Atenas (Sócrates, Platón, Aristóteles) y el trío de Alejandría (Hipatia, Eratóstenes, Pitágoras) en el que se discutió el principio del conocimiento. Tal hipotético combate dialéctico mantenido en formato socrático se resolvió cuando Aristóteles interrumpió a Pitágoras, que defendía las matemáticas y la geometría, para decirle algo así: “perdona, pero yo soy de letras”. Momento en el que el pensamiento humano quedó en manos de la especulación relegando la ciencia al limbo en donde duerme al calor de unas pocas lumbreras.
En los Diálogos sobre los dos máximos
sistemas del mundo Galileo se presenta como Salvini defensor del modelo
copernicano y llama a Aristóteles Simplicio geocentrista amigo de Ptolomeo.
Aunque le obligaran a corregir, su vaticinio de que la Naturaleza se expresa en
lenguaje matemático y que el conocimiento se basa en datos contrastables a través
del experimento plantó las bases de la ciencia moderna sin lograr instalarse en
la filosofía ni siquiera cuando Newton señaló el camino en sus Principios
matemáticos de filosofía natural. Cerbantes se afilió a su manera a la
corriente erasmista entendiendo que la Naturaleza es el mayordomo del dios
creador alejándose del aristotelismo que defendía la Escolástica. Su caballero
andante despojado del lastre libresco se muestra liberal hasta la temeridad al
romper la cuerda de galeotes a pesar de la amenaza de la Santa Hermandad de la
que se protege hundiéndose en las entrañas de Sierra Morena; recupera el yelmo
de Mambrino transformado en vacía de barbero por los encantadores y baja a la
cueva de Montesinos para entrevistarse con Merlín.
La caballería andante y la literatura
son ejercicios para darse a conocer y conocerse. El objetivo del caballero es
alcanzar fama y remediar a los desfavorecidos sin propósito de introspección ya
que como le dice a su vecino Pedro Alonso: “Yo sé quién soy”. La gran decisión
de Alonso Quijano es lanzarse al mundo y la de su creador darle libertad de
obrar y pensar fuera de la opinión reinante. Aunque haya continuas referencias
a sus lecturas, los trespiés señalan a alguien que va por libre, como el
mozuelo al que detiene la ronda comandada por el gobernador de la Ínsula
Barataria que apuesta a que nadie podrá obligarle a dormir si él no quiere. En
la primitiva universidad el aparato llamaba desapriscados a los aspirantes que
se presentaban sin el patrocinio de una escuela. Don Quijote es armado
caballero por un ventero guasón siguiendo un procedimiento alejado de los cánones
de pureza del estamento. Algo parecido le pasa a la formación académica del
autor al que algunos rebajan al grado de genio lego por su falta de titulación
universitaria. Hidalgo dudoso, caballero mal armado, biblioteca quemada,
padrastro de don Quijote… ¿Cómo que es posible que cosas
de tan poco momento y tan fáciles de remediar puedan tener
fuerzas de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho
a romper y atropellar por otras dificultades mayores? (Prólogo, Don Quijote de la Mancha).