vuestra flor, toda en fruto
convertida.
Olivos de mis gentes, yo quisiera
como vosotros ser. Al fin no llevo
la misma sangre de la tierra. Pruebo
como vosotros sed y primavera.
¿No vivimos los dos en esta espera
de la tierra, la madre y este cebo
de la escasa caricia y el relevo
final, la misma tierra verdadera?
Con tu raíz me fundo, en la esperanza
de devolver a la tierra y al molino
a trama florecida, el fruto incierto,
olivo de mi sangre y mi labranza,
amarrado al secano y a tu sino
de seriedad, de sed y de respeto.
JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS,
La alacena olvidada. Obra completa en verso
(Edición de Clara Martínez Mesa),
Valencia, Pre-Textos, 2008, pp.193-194.
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