JUAN DE ÁVILA Y LA UNIVERSIDAD DE BAEZA
El impulso creador que por doquier se
desborda en la España renacentista de la primera mitad del XVI se plasma
en importantes y diversas creaciones en sus principales centros urbanos...
La universidad de Sevilla nace en 1505 por iniciativa eclesiástica;
mientras que la de Granada, en 1532, al amparo de la Corona. Las otras
dos instituciones docentes de rango superior creadas en la Andalucía
del quinientos fueron la universidad de Baeza (en 1538, el doctor Rodrigo
López consigue del papa Paulo III una bula en la que consta que renuncia
a los beneficios perpetuos que tenía en diferentes parroquias del reino
de Jaén, para que con sus rentas se erigiese un colegio bajo la advocación
de la Santísima Trinidad), y la de Osuna, gracias a los afanes del cuarto
conde de Ureña (1494-1558).
En Andalucía, las élites intelectuales tuvieron clara conciencia del giro
dado por la cultura europea en los años finales del cuatrocientos. El
sentido de un Estado moderno y poderoso, y la creación de una sociedad
nueva en que renacía la vieja civilidad romana, tuvieron en el sur rendidos
entusiastas a la par que magníficos formuladores. En las ciudades, magnates
y mecenas dedicaron parte de sus recursos y actividades al fomento de las
ciencias, las artes y las letras.
El judío converso, considerado por la Iglesia beato y luego santo católico,
Juan de Avila, nació en Almodóvar del Campo en 1500 y murió en Montilla en
1569. Estudió leyes en Salamanca y Alcalá, cuyo ambiente universitario
estaba impregnado de erasmismo. Fue ordenado sacerdote en 1526 y fue
protagonista directo de la conversión de muchísima gente a la fe de
Jesucristo. Llamado por ello "Apostol de Andalucía", antecedió
literariamente al gran Fray Luis de Granada y tradujo La imitación de
Cristo de Kempis al castellano (Sevilla, 1536). Mantuvo buenas y profundas
relaciones con Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Tal vez
fue su origen "converso" lo que impidió que ingresara en la nueva orden.
Juzgado por la Inquisición, resultó absuelto en 1533. La síntesis de su
pensamiento puede hallarse en su Tratado sobre el amor de Dios.
Juan de Avila, ayudado por Rodrigo López, descendiente de conversos y
notario, o familiar, del Papa, convirtió la universidad de Baeza
(1542-1824) en fragua y forja de una clerecía apostólica que emprendió una
reforma auténtica y fecunda del cristianismo moderno y uno de los
movimientos espirituales más interesantes de nuestro siglo de oro. Juan de
Avila no pretendía transformar España en un monasterio, como se ha dicho a
veces, "sino en una república cristiana, medularmente seglar pero
hondamente religiosa" (Huerga Teruelo, S.).
Nuevo faro del saber, la Universidad de Baeza fue también punto de mira
del Santo Oficio, y considerada por éste una sospechosa colmena de
"alumbradismo". Los discípulos de Juan de Avila eran casi todos "cristianos
nuevos", y la Inquisición acabó procesando a los profesores más
representativos y más queridos del maestro que, desde su retiro de
Montilla, asistió a los dolorosos y reiterados percances, que se agravaron
después de su fallecimiento.
Los inquisidores no pudieron probar nada consistente contra Hernán Núñez,
Hernando de Herrera, Diego Pérez de Valdivia o el excelente Bernardino de
Carleval, pero las denuncias reiteradas y anónimas de clérigos envidiosos
aunque, ¡eso sí!, "cristianos viejos", les pusieron una y otra vez bajo la
sospecha de los hombres del Santo Oficio y acabaron con sus carreras a
pesar de la probada austeridad y ejemplaridad de sus costumbres y la
exquisita preparación teológica y extraordinaria elocuencia que atesoraban.
La mayoría de estos "alumbrados", o simplemente "ilustrados", consumieron
sus vidas defendiéndose frente a los tribunales de la Inquisición por
injurias insustanciales. En punto a su antirracismo no dieron su brazo a
torcer aunque la Inquisición les apretó duramente, incluso procesándolos
por haber dicho, en clase o en el púlpito, proposiciones como ésta: "Los
judíos no son responsables del deicidio perpetrado en la crucifixión de
Jesucristo". Bernardino Carleval tuvo que retractarse públicamente de
haberlo defendido con una fórmula preparada al efecto por el Santo Oficio:
"Yo, el Doctor Bernardino de Carleval, Rector del Colegio de esta ciudad
de Baeza, digo que por cuanto yo, predicando en este lugar, dije con
palabras ásperas, excusando a los judíos, que no habían muerto a Cristo, de
que se escandalizaron los oyentes", lo retracto, "porque es verdad que los
judíos mataron a Jesucristo calumniándolo, acusándolo y entregándolo a
Pilato".
De las acusaciones vertidas contra el baezano Diego Pérez de Valdivia,
catedrático de la Universidad, arcediano de Jaén y canónigo de la catedral,
que tuvo que abandonar el arcedianato (cuyos importantes ingresos dedicaba
casi en su totalidad a limosnas), acusado de descender de judíos por el
obispo Juan Delgado (quien "casualmente" deseaba el cargo para su sobrino),
entresacamos las "escandalosas" y "pecaminosas" acciones o proposiciones
siguientes, que don Diego, al parecer de sus acusadores, realizó o sostuvo:
-Que pecaban los que observaban los estatutos de limpieza de sangre.
-Que convenció a algunas mujeres para que no entrasen en órdenes
religiosas porque servían a Dios mejor en el mundo.
Después de condenado e indultado, ¡el propio Felipe II acabaría
pidiéndole que ejerciera su brillante magisterio en Barcelona!, cuando ya
estaba en marcha lo que algunos han llamado la "tibetanización del país",
su aislamiento.
Decía Ortega y Gasset que la historia es "el tesoro de los errores"...
¡Ojalá nosotros sepamos aprender de los ajenos y los propios!
Sin embargo, a fines de la gloriosa y dolorosa centuria, la Universidad
de Baeza todavía estrena nuevos edificios. Don Pedro Fernández de Córdoba
fue el "patrono" que levantó el edificio renacentista que todavía perdura,
poniéndolo bajo el amparo real.
En los siglos XVII y XVIII, la Universidad de Baeza bogó con vientos
prósperos aunque ya decadentes. En 1807 se produjo el primer decreto de
supresión, en 1815 renace, pero ya sin fuerza, y en 1821 feneció hasta su
actual recuperación como Universidad Internacional de verano "Antonio
Machado".
Antes que en la ciudad de Jaén, las primeras imprentas surgieron en Baeza a
mediados del siglo XVI y desplegaron una notable labor impresora, si bien
dirigida sobre todo a las publicación de obras religiosas, coincidiendo con
el desarrollo académico de la universidad y de la espiritualidad de los
alumbrados. De los talleres tipográficos de Juan Bautista Montoya salieron
dos ediciones del Examen de ingenios de Huarte de San Juan (1575, 1594),
del que puede encontrar el curioso información en estas mismas páginas
electrónicas, y algunas obras de Antonio Flórez de Benavides.
Un baezano, Juan Francisco de Villava, prior de la villa de Jabalquinto,
escribió una refutación de la herejía de los alumbrados en una obra
titulada: Empresas espirituales y morales, editada en Baeza por Teodoro
Díaz Montoya en 1613. En esta obra, Villava cultiva un género propio del
XVI, cuyo máximo exponente fue el italiano Andrea Alciato con sus Emblemas
(1522, 1550), que fueron muy comentados y plagiados en España hasta llegar
a las Empresas políticas (1640) de Saavedra Fajardo.
Las "empresas" de Villava consisten en un pensamiento expresado en latín y
enmarcado en un grabado simbólico o alegórico ("emblemático"). A la
sentencia y el icono siguen un breve poema conceptista que los explica, y
un discurso en prosa que los desarrolla. El libro de Villava se divide en
tres partes. La primera parte con cincuenta empresas espirituales, y la
segunda con cuarenta y nueve morales. Pero en la tercera parte, Villava
abandona el género de la "empresa" y arremete contra los alumbrados, a
quienes censura por hipócritas y emparenta con los antiguos agapetas. Los
agapetas fueron los seguidores hispanos de una secta gnóstica fundada hacia
finales del siglo IV por una noble y rica matrona llamada Agape o Agapia y
por el egipcio Marco de Menfis, un maniqueo, teurgo y mago, educado en
Alejandría.
La obra del maestro Villava, a pesar de su "ortodoxia", mereció un duro
comentario de Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles.
Los Emblemas fueron descritos por el erudito santanderino como un "libraco"
indigesto de gusto más que dudoso. Sin embargo, aunque el valor literario
de las Empresas no sea elevado, ofrece cierto interés por su contenido
filosófico-religioso, sobre todo para aquellos que quieran comprender los
movimientos espirituales de la época y muy principalmente el de los
alumbrados (Aurelio Valladares). El propio Menéndez Pelayo reconoce al
libro de Villava el mérito de haber mostrado el parentesco de los
alumbrados con las sectas gnósticas de los primeros siglos y con los
luteranos.
Pero entre el gnosticismo y la nueva religiosidad reformista, más o menos
papista, católica, calvinista, anglicaca o luterana, es conveniente contar
con otro eslabón, un importante nexo cultural sobre el que llamó la
atención Miguel Asín Palacios: el de la ascética y mística sufí andaluza.
Cuando el gran arabista presentó la "Epístola de la Santidad" de Ibn Arabi
de Murcia (1165-1240), ya advirtió sobre el interés que ofrecía la obra del
santón andaluz y sus descripciones de otros muchos teósofos musulmanes (de
ambos sexos), para...
"ofrecer al historiador una visión anticipada (quien sabe si un
precedente explicativo) de la secta de los Alumbrados que desde principios
del siglo XVI comenzó a extenderse por Andalucía y Castilla con caracteres
más análogos en sus doctrinas y prácticas espirituales a estos iluminados
del islam andaluz del siglo XII, que no a los místicos alemanes y flamencos
con quienes ordinariamente se les compara y de los cuales se les cree
discípulos".
José Biedma
josebiedma@interbook.net
Fuente: http://cibernous.com/autores/biedma/teoria/filrenac/javila.html