Alfredo Arrebola, Profesor-Cantaor
EN EL CORAZON TENÍA
LA ESPINA DE UNA PASIÓN;
LOGRE ARRANCARMELA UN DÍA:
YA NO SIENTO EL CORAZON.
AGUDA ESPINA DORADA,
QUIEN TE PUDIERA SENTIR
EN EL CORAZON CLAVADA
(Polo: Alfredo Arrebola en "Cantes a los Poemas Flamencos de Antonio Machado". Málaga, 1989)
Es cierto que esa "realidad cultural", llamada
flamenco, es una manifestación artística de primer orden en cuanto
que es signo inequívoco de la cultura española y
específicamente andaluza. Nada de extraño tiene, pues, que -como
los Toros- el flamenco haya despertado el interés de otros
ámbitos artísticos como la pintura, la escultura, la
fotografía, el cine y, sobre todo, la literatura. Está
suficientemente demostrado que ciertos escritores y poetas lo
han tomado como "tema" de sus poemas, novelas, películas…
Ahora bien, "Poesía y Cante" son dos actiudes estéticas
íntimamente relacionadas. No hay, por tanto, error alguno en
afirmar que es con los movimientos poéticos románticos cuando se
da plena entrada al tema del Cante Jondo. Y ello porque son dos
modos diferentes de ver, concebir y sentir la misma
"realidad andaluza" durante el siglo XIX. Este es también el
pensamiento del Profesor Buendía López, quien escribe: "…el
flamenco, desarrollado y aclimatado en el siglo XIX, bajo las mismas
coordenadas cronológicas que el movimiento romántico andaluz, como
arte comprometido con su tiempo, no podía estar, y no estuvo de
hecho, al margen de esa circunstancia que le tocó vivir, y de
alguna manera sus moldes expresivos estarían en estrecha conexión
con la poesía culta de la época. No podemos olvidar que la poesía
romántica, igual que el flamenco, representa -entre otras
cosas- un hermoso canto a la libertad y que, por tanto,
coinciden en cantarla al unísono con tonos exaltados" (cfr. Revista Candil, nº 64, pág. 174 (Jaén, 1989).
Así pues, me atrevo a decir que mientras haya poesía, habrá
flamenco, dado que ambas manifestaciones artísticas coinciden
perfectamente en su temática: EL HOMBRE. Nacimiento, vida, muerte,
Dios, sentido de la existencia, el más allá, etc.,etc.
El flamenco, semánticamente visto, forma parte del folklore
del que tan enamorado era Antonio Machado, siempre interesado en
encontrar la "sabiduría" y la metafísica del pueblo en su núcleo
nutricio para esponjarse vivíficamente- "…cuidad vuestro "folklore"
y ahondad en él cuanto podáis" (Juan de Mairena, Cap. XII), como
también la poesía. El artista flamenco se identifica con el poeta:
siempre dispuestos a manifestar sus sentimientos, intimidades,
inquietudes, algo totalmente contrario al hombre neoclásico del
siglo anterior, que se avergonzaba de mostrar sus sentimientos y estaba
demasiado embriagado por el oropel de sus ideas: sentido inútil
del respeto humano, del… ¡qué dirán!.
El flamenco, como la poesía, es "algo más" que una
música popular y un conjunto de tradiciones y costumbres;
históricamente considerado, ha sido la "expresión vivencial" de una
comunidad un tanto marginada y tiene -según mi criterio- como
principio y finalidad mostrar el "mundo interno, personal y
apasionado" del cantaor, tal como sucede en la poesía. Porque, no lo
olvidemos, el Cante es también producto de una concepción
poética en la mente de todo cantaor.
Es sobradamente conocido el interés fundamental de Antonio
Machado Alvarez, "Demófilo", como investigador de todo el folklore
andaluz y uno de los primeros estudiosos del flamenco de forma
sistemática; así como esa andaluza sensibilidad de Manuel Machado
(1874-1947), tan flamenca, juncal y airosa, a veces con olores de
manzanilla y arabescos de guitarra que, cuando se arrima al cante, es
honda y profunda; pero resulta altamente chocante - producto de la
ignorancia - decir que Antonio Machado, cuya obra, pensamiento y
vida, tan ligados -afirma Manuel Urbano- por irrenunciable
compromiso ético con el pueblo, desconocía el cante jondo,
cuando él, precisamente, es uno de los pioneros en adentrarse hasta
lo más hondo de este fenómeno tan cualificador de la
cultura andaluza, fuente de gran parte de su inspiración (cfr."El
cante jondo en Antonio Machado", pág. 17).
En esta línea, hay que recordar las palabras de Jorge
Guillén: "Don Antonio tuvo que ser folklorista de nacimiento. Creía
en el pueblo y en la copla como andaluz fidelísimo a sus orígenes.
La copla resuelve el posible conflicto entre la poesía como
pensamiento y como sentimiento". Por tanto no existe la menor duda:
Antonio Machado ama y admira profundamente el folklore y,
fundamentalmente, al cante, expresión del alma popular no sólo
por su raíz de voz propia, sino por ese su deseo de que el arte
y la cultura entronquen y estén a disposición de los que han
sido despojados. Es triste saber que ciertos flamencólogos, de
reconocida autoridad, pasaron de puntillas por la obra folklórica y
flamenca de D. Antonio Machado.
El Cante y la Poesía se han dado efusivamente la mano
por lo que tienen de común: el ser humano en la soledad, en
el amor y en la muerte. Trilogía de valores que supo captar el más
lírico de los poetas andaluces: ANTONIO MACHADO RUIZ (1875 -1939). El
sentía el Cante Jondo -escribió Ramón Solís- como algo que
hay que oirlo a través de una ventana:
Yo meditaba absorto, devanando
Los hilos del hastío y tristeza,
Cuando llegó a mi oído,
Por la ventana de mi estancia, abierta
A una caliente noche de verano,
El plañir de una copla soñolienta,
Quebrada por los trémolos sombríos
De las músicas magas de mi tierra…
(Soledades, XIV. Cante Hondo.
Poesías Completas, pág. 85. Col. Austral. 1979).
Tanto es el valor de las coplas populares que es curioso -
escribió R. Solís, op.cit- que los poetas de más fama, que han sido
siempre en España reacios a escribir letras para canciones en
otros géneros y folklore, se han dado por entero al
flamenco, precisamente en el campo menos propicio al derecho
de autor. Por ello no tuve la menor duda en grabar - con la guitarra
del granadino Carlos Zárate - un Lp "Cantes a los Poemas
Flamencos de Antonio Machado. DIS-CAST., Málaga, 1989 y
"Presentación" del Escritor y Poeta Manuel Urbano (Jaén).
Y será el propio poeta en "Coplas Mundanas (XCV. P.Completas,
pág.23), quien nos dejará incuestionable testimonio de su juventud
flamenca en los cafés de cante y, además, una de las más bella y
lírica definición de "copla honda":
Pasó como un torbellino,
Bohemia y abrasadora,
Harta de coplas y vino,
Mi juventud bien amada.
Y hoy miro a las galerías
Del recuerdo, para hacer
Aleluyas de alegrías
Desconsoladas de ayer.
¡Adiós, lágrimas cantoras,
Lágrimas que alegremente
Brotábais, como en la fuente
De limpias aguas sonoras!...
Causa pena y rabia saber que, con demasiada frecuencia, se ha
omitido que Antonio Machado era un gran aficionado al cante y asiduo
cliente, al menos en su juventud, de los cafés cantantes, de cuya
estancia nos ofrece fiel testimonio el periodista Pérez Ferrero.
Independientemente de su estatus poético en la literatura
universal, es claro y fehaciente que, a lo largo de toda su obra,
afloran las máscaras esenciales del flamenco, el manantial purísimo
en el que se ahornan nuestras alegrías y quejas. El folklore
andaluz y, dentro de él, el magma insufrible del arte flamenco, ha
sido el eje sobre el que se han manido las indagaciones intelectuales
y la creatividad de Antonio en sus frecuentes visitas a los cafés
cantantes de la Marina, el Pez y el Naranjo en los que admiraría a
Chacón, Ramón Montoya y a Pastora Imperio, haciéndoles exclamar
algo que estremece: "…el arte flamenco es un monumento cultural
andaluz, por lo menos, como la filosofía de Séneca y Averroes". Un
arte, unos cantes, diría en otro lugar, "en los que la pasión no quita
el conocimiento y el pensar ahonda el sentir. O viceversa".
Con la llegada a Baeza (1913) se produce en la poesía de Antonio
Machado el paso decisivo y ascendente de la poesía de tema
castellano a la de tema andaluz, y no sólo porque lo popular
meridional - según M.Urbano, op.cit. pág. 37- sea lo que se
adentre en su obra, sino porque lo esencial de Andalucía tiene
en ella fiel y adecuado reflejo. Baeza le proporciona a Machado la
ocasión de conocer mejor Andalucía, la trágica y recóndita, asi
como sus viajes por otros lugares de la Andalucía más cantaora: El
Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Rota, Chipiona, Lora del
Río, Sevilla, etc., que deja una huella profunda en sus prosas y
poesías de esta época. Aparece, entonces la sublime soleá de tres
versos:
AUNQUE ME VES POR LA CALLE,
TAMBIEN YO TENGO MIS REJAS,
MIS REJAS Y MIS ROSALES
(Lp,1: Soleares de Triana.P.Completas CLV,
II)
Soleá: "este trágico cantar andaluz, ese cantar tan nuestro, tan
familiar a nuestra lírica que aún no hemos reparado en su profunda
originalidad", nos dejó dicho el más lírico y profundo de los
poetas flamencos. En Antonio Machado se da una perfecta simbiosis
entre "Poesía y Cante".
ALFREDO ARREBOLA
Villanueva Mesía, 22 de febrero de 2014