54. Aparece además y consta en la información por testimonio uniforme de
tantas personas calificadas y veraces, que Cervantes fue siempre exacto
en todas las obligaciones y prácticas de un cristiano católico: que su
celo fervoroso y su instrucción sólida en los fundamentos de la fe, le
empeñó muchas veces en defenderla entre los mismos infieles con grave
riesgo de su vida: que con el mismo espíritu animaba para que no
renegasen a los que veía tibios y desalentados: que su nobleza de ánimo,
sus buenas costumbres, la franqueza de
su trató, y su ingenio y discreción le granjeaban muchos amigos,
complaciéndose todos en reconocerle por tal: que su popularidad y
beneficencia le captaban igual concepto y aprecio
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entre la muchedumbre: que sin
embargo de esto conservó aun en su esclavitud todo el decoro propio de
sus circunstancias, tratando y conversando familiar y amigablemente con
los sujetos más distinguidos por su estado y condición; y que los mismos
padres redentores, conociendo su talento y buenas prendas, no solo le
trataron con singular aprecio, sino que consultaban y comunicaban con él
los asuntos y negocios más arduos de sus encargos y comisiones.
55. Entre las muchas declaraciones que comprueban todo esto, es notable la de D.
Diego de Benavides, natural de Baeza, que habiendo llegado cautivo
desde Constantinopla, preguntó en Argel a algunos cristianos quiénes
eran los principales
y más señalados; y habiéndole indicado especialmente a Cervantes entre
los primeros, porque era muy cabal, noble y virtuoso, y de muy buena condición, y amigo de otros caballeros, le buscó y procuró su compañía, hallando en
él padre y madre, pues siendo nuevo en aquella tierra, sin
tener de quien valerse, Cervantes, que ya estaba rescatado, no solo le
ofreció con generosidad su posada, ropa y dineros, sino que le llevó
consigo a su casa, donde le alojó y dio de comer, haciéndole mucha merced,
hasta que pudiesen venir juntos a España. El alférez Luis de Pedrosa,
natural de Osuna, declaró que puesto que hubiese en Argel otros
caballeros tan buenos como Cervantes, no había visto quien hiciese bien a
cautivos o presumiese de casos de honor tanto como él, y que en extremo tiene especial gracia en todo, porque es tan discreto y avisado, que pocos hay que le lleguen. El religioso carmelita Fr. Feliciano Enríquez, natural de Yepes, refiere que después de haber comprobado por
sí mismo una calumnia que habían levantado contra Cervantes, se hizo muy amigo
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suyo, como lo eran todos los demás cautivos, a quienes da envidia su hidalgo proceder, cristiano, honesto y virtuoso. El mismo P. Fr.
Juan Gil, después de abonar la buena fe y circunstancias de los
testigos, dice que tenía a Cervantes por muy honrado, que había servido
muchos años al Rey, y que particularmente por las cosas que había hecho
en su cautiverio merecía que S. M.
le hiciese mucha merced; añadiendo al mismo tiempo que le había tratado
con intimidad y confianza, y que se hubiera abstenido de su trato si se
hallase mal
conceptuado o careciese de las prendas que confesaban en él tantos como
le conocían. El Dr.
Antonio de Sosa, que por estar siempre encarcelado con cadenas no pudo
declarar en la información, cuando llegó a sus manos el interrogatorio,
escribió de su puño en 21 del mismo mes de octubre una relación al tenor
de sus preguntas, en la cual confirmando y ampliando con sumo juicio y
discreción los hechos que contiene, dice, entre otras cosas, que hacía
cerca de cuatro años mantenía con Cervantes estrecha amistad; que
siempre le consultaba este sus proyectos y aun los versos que componía;
que no había notado en él vicio ni escándalo alguno, y si tal no fuera (añade) yo
tampoco le tratara ni comunicara, siendo cosa muy notoria que es de mi
condición y trato no conversar sino con hombres y personas de virtud y
bondad.