PUENTE DEL OBISPO
Cañizos y amapolas
en la ribera del río,
afluente del corazón
acristalado y frío.
De pasado marchito,
baño, juego y risas;
toallas alfombrando
cuerpos y caricias.
Ramas retorcidas;
eucaliptos mentolados
convertidos en pizarra
de corazones soñados.
Caminos adornados
entre tapetes de olivos,
veredas centenarias
cruzando el infinito.
Cumbres de granito
salpicadas de blanco,
nieves que resisten
en picos inmaculados.
Hombres quebrados
sudando bajo el sol,
olivos que ramifican
hasta en el corazón.
Geranios en balcones
de paredes encaladas,
corrillos al caer la tarde;
noches frías y perfumadas.
Amaneceres de escarcha
rotos en la primavera;
Guadalquivir nutriendo
albercas y sementeras.
Aperos en una era
junto a un cortijo:
arados, rejas, tenillas,
tractores y escardillos.
Niños junto al río
en plena algarabía,
meriendas eternas
entre juegos y risas.
Un tren desvencijado
acercándose al andén,
una estación solitaria
en un triste atardecer.
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