"LAS RUINAS", DE PATROCINIO DE BIEDMA


LAS RUINAS

                  A mi querido amigo el Vizconde de San Javier

                         Veo ala tiempo veloz que se adelanta
                     y derriba con vuelo presuroso
                     cuanto el hombre fabrica y cuanto planta.

                                               HERRERA

   Qué grata y celestial melancolía
nos envuelve al mirar entre la sombra
que densa avanza al expirar el día,
del freco valle en la florida alfombra
la mole colosal de unas ruinas
cuyo aspecto gigante nos asombra.
   Se agrupan misteriosas y divinas
cual fantasma que se alza pavoroso
entre las vagas nubes purpurinas
que recogen el rayo tembloroso
de pálido color, con que se apagan
los reflejos del sol esplendoroso.
   En esas horas que la mente halagan
la soledad a meditar convida
dulces recuerdos en la mente vagan:
¡Los recuerdos, que son del alma herida
ruinas también, de una creación de gloria
que al peso del dolor se hundió en la vida!
   ¡Ay! ¡Cuán triste acaricia la memoria
la idea del no ser, al ver cual quedan
las ruinas como sombra transitoria
de un poder que pasó; los siglos ruedan,
siguen de destrucción su obra gigante 
sin que parar su movimiento puedan,
pues el tiempo agitándose incesante
convierte en polvo cuanto el hombre crea,
su vida va apagando cada instante,
y antes que su obra destrozada vea
la muerte envuelve con su opaco velo
la frente altiva en que brotó su idea!...
   ¡Qué bello cubre el pabellón del cielo
ese cuadro que imagen de la nada
la mano del Creador trazó en el suelo!
   A su severa frente abandonada
se ciñen en guirnaldas los vapores
que vagan en la atmósfera azulada;
su manto bordan las silvestres flores
matizando las orlas de la yedra
que ondulan con los vientos gemidores;
y entre los huecos de la escueta piedra
se escuchan melancólicos sonidos
cuyo eco triste al corazón arredra.
   Quizás son los tristísimos gemidos
del genio del dolor, que se lamenta
entre los muros por el tiempo hundidos,
o acaso es ilusión que se presenta
para probar de Dios el poderío
que entre la destrucción la vista ostenta!
   Con cuánta majestad en el vacío
se elevan esas masas, que agrupadas
en medio la extensión del bosque umbrío,
como reinas vencidas o cansadas
se hunden para ocultar entre la arena
la historia de sus vidas olvidadas.
   ¡Qué triste sentimiento el alma llena
al recordar en medio de su encanto
envuelta en triste misteriosa pena,
que esos escombros que le arrancan llanto
fueron un momento de grandeza
y hoy les cubre el olvido cons su manto!
   ¡Ay! ¡con qué melancólica tristeza
se ven estos fragmentos desprendidos
que aún conservan vestigios de belleza!...
   También del corazón los bendecidos
sueños de gloria que la vida encantan
van descendiendo del dolor heridos,
y en escombros de dicha se levantan
de otra esperanza las divinas flores
que entre polvo de olvido se agigantan;
porque, cual los jazmines trepadores
tapizan esa inmensa sepultura,
en el alma que agobian los dolores
nacen también ensueños de ventura
como para ocultar bajo su manto
la fatal destrucción de su locura.
   Por eso al corazón arrancan llanto
esos cuadros que imagen de la nada
tienen en sí tan misterioso encanto;
porque cual ellos sola y olvidada
el alma por pesares combatida,
ve más breve pasar su triste vida
que una obra sobre polvo levantada.

PATROCINIO DE BIEDMA
          (Guirnalda de pensamientos. Poesías, Madrid, Carlos Bailly-Bailliere, 1872)