"NEGRA FIDELIDAD EN BAEZA", por C. LIZCANO




NEGRA EN FIDELIDAD EN BAEZA




 El recuerdo del poeta vibra en el corazón de todos los españoles de corazón.

            Tan vivo es el recuerdo hacia Antonio Machado como muerta está la memoria de los intelectuales que uncieron su nombre al carro sucio del vencedor. ¿Quién se acuerda de Eugenio d’Ors, Fernández Flores y el Caballero Audaz? Los paniaguados del régimen y los tortillas que cocina, a duras penas, en Madrid la escuela oficial de periodismo. No tienen más figuras que José María Pemán que, incluso, escurre el bulto político con su criticismo monarquizante, y el excéntrico, arribista y demagogo Luis Romero que es una especie de "ye-ye" del periodismo y la literatura interfranquista.
Por eso cuando lo más joven e impoluto del movimiento cultural de España ha querido rendir un homenaje en Baeza (Jaén) al vate liberal muerto en exilio, el Régimen ha cargado irasciblemente con la guardia civil de su miedo, su envidia y su impotencia.
            Varios miles de personas (estudiantes, artistas, obreros, escritores, editores) se dieron cita emocional en lo alto de una colina que domina el breve y humano paisaje urbano de Baeza. Una colina soleada olivera y pastoril. Allí iban a evocar la lira egregia del poeta y el áureo cordón sentimental que la une a los mejores anhelos de Belleza, Justicia, Verdad y Libertad del pueblo que tanto amó, y por el que fuera tan amado.
            El gobierno de Franco intentó dar un pasito liberalizante autorizando el acto, pero al ver el esplendor popular y los vuelos antidictatoriales que tomaba el asunto hizo marcha atrás suspendiéndolo "in extremis" y enviando a las "calaveras de charol" (como dijo García Lorca, discípulo, admirador y amigo de Machado) para hacer saber a lo mejor de la intelectualidad española de hoy que el Régimen sigue fiel a sus principios de antaño. Aquellos principios y fines que expresó impecablemente el grito histérico e "histórico", dado en el paraninfo de la Universidad salmantina por un general patán, manco y tuerto, "Muera la inteligencia y la libertad".
            En este aspecto tenía razón Millán Astray. La inteligencia y la libertad son hermanas siamesas que están estrechamente unidas para la vida y para la muerte.

                                                                                   París, febrero, 1966.
C. LIZCANO

Comunidad Ibérica, IV, 21, 1966, p. 4.